Quienes en España anuncian apocalipsis si se modifica el delito de sedición y son expertos en repartir títulos de patriotas y de traidores, deben tener una larga lista de nominados. Desde el siglo XIX, nuestra historia está sembrada de sediciones (contra el orden público) y rebeliones (contra el orden constitucional). El miedo al pasado conservó casi inalterados esos tipos penales. De ahí la dificultad de nuestros tribunales para conseguir extraditar a los huidos. La declaración de la fugaz república no fue una broma así que el Tribunal Supremo condenó a quienes infringieron las leyes a sabiendas y pese a las advertencias de los tribunales. Mientras, los fugados, unos cobardes capitaneados por Puigdemont continúan en Europa difamando a España. Hacen, más o menos, igual que otros políticos ‘patriotas’ que solo viajan fuera para criticar a su país.
Pero a lo que vamos. Las fuerzas independentistas pedían la amnistía para los sediciosos y despreciaban un posible indulto. Junqueras, por ejemplo, tras tres años y ocho meses en el trullo, no lo rechazó. Vivir sin libertad es terrible aunque solo sea un mes. La concesión de indultos también ocasionó el rasgado de vestiduras y el anuncio de apocalipsis entre los que dividen España entre patriotas y rompedores de patrias. Ayuso hasta se permitió comprometer al Rey sugiriéndole que no los firmara, algo totalmente inconstitucional. Yo tuve muchas dudas, no estaba muy convencida de la conveniencia del indulto pero tampoco, como se dijo, de que fuera un error histórico. Siempre he creído que el nacionalismo independentista es insaciable, pero también que para alimentarse necesita víctimas a las que llamar héroes. El indulto rompió su discurso y desactivó su propaganda. Hoy, según el CIS catalán, el apoyo a la independencia retrocede progresivamente tras lograr su punto más álgido en 2017 gracias a un gobierno tan ‘patriótico’ como el de Rajoy.
Dicen los contrarios a la reforma que es ponérselo más fácil para que se cumpla su amenaza de que volverán a hacerlo. Creo que no es el miedo al castigo el que va a disuadirlos sino las circunstancias. En estos momentos, con el independentismo dividido entre los que siguen alimentado su propia mentira y los que empiezan a aceptar la realidad de que la independencia unilateral es imposible, no es difícil pronosticar que pasarán generaciones si es que vuelven a intentarlo. El contexto internacional también ayuda. Hoy, los independentistas que coquetearon con Putin y hablaron hasta de protección militar deben estar avergonzados. Otra cosa es lo de modificar el delito de malversación. Eso sí es peligroso. En un país devastado por la corrupción no se puede bajar la guardia por higiene pública, porque ese sí es un delito frecuente en nuestra sociedad y en política, una epidemia.