No hay nada más humano que la probabilidad de cometer errores ni nada que enseñe más que la voluntad de reconocerlos para superarlos desde la responsabilidad y, sobre todo, desde la humildad. Esto pensaba estos días en relación a lo ocurrido tras la entrada en vigor de la ley de ‘garantía integral de la libertad sexual’ conocida como la del “solo sí es sí”, impulsada por Irene Montero y buque insignia de la producción legislativa del ministerio de Igualdad.
Son evidentes los efectos indeseados que la aplicación de la nueva ley conlleva por el ajuste entre la legislación por la que algunos fueron condenados y las nuevas penas asignadas a los distintos delitos (abuso, agresión, violación, etc.). Si siempre que se modifica el Código Penal y se varían las penas de algún delito conlleva que, retroactivamente, se le aplique al reo la más beneficiosa, con más razón hubo de tenerse en cuenta en esta ley dado el rechazo social hacia estos delitos. Creo que la ministra Irene Montero se excedió llamando machistas a todos los jueces y juezas y sugiriendo que no estaban aplicando bien la ley, ni entendiendo la norma, ni defendiendo a las víctimas. Una vez advertido que los abogados defensores estaban pidiendo reducciones de penas para condenados por abuso o violación, la ministra debió usar la pedagogía y, desde la humildad, tranquilizar a la sociedad sin echar los balones de la culpa fuera de las paredes de su ministerio. A veces es mejor ponerse ‘una vez «colorao» que ciento amarillo’. Haber declarado que si algo no funcionaba como se había previsto se corregiría hubiera sido mejor para su ministerio, para el gobierno y para la aceptación de la ley. No es que la judicatura, mayoritariamente conservadora, ande muy sobrada de credibilidad pero les ha dado excusas para cuestionar su trabajo.
Pues nada, que andaba yo en estas cosas cuando desde el Congreso me llegaron los gruñidos de VOX en una nueva puesta en escena del “muera la inteligencia”. Los insultos proferidos no degradan a la víctima, Irene Montero, sino a quienes están convencidos de que cuanto más se envilezca la política más se tambalea la democracia. El burdo incidente les ha envalentonado tanto que otro de los diputados ultraderechistas se ha permitido afirmar que son “superiores moralmente” y que “al zurderío se le combate de cara. Esto no es para tibios”, refiriéndose a la “derechita cobarde” del PP. De este modo inflaman la calle y las redes sociales en la que “anónimos” opinadores insultan como antiguamente hacían los chulos en las tabernas. Este teatrillo no es una farsa sino una estrategia. Si, como decía Machado, ‘de diez cabezas, nueve embisten y una piensa’, no les quepa duda de que si en VOX hay alguien que piensa está soñando con dinamitar la democracia haciéndonos creer que es una mierda.