Es indiscutible que la bronca como instrumento político da beneficios a corto plazo. El tiempo dirá si quienes promueven la crispación logran sus objetivos. Lo cierto es que en el Congreso se está alcanzando un clímax barriobajero difícil de superar. El matonismo verbal ha sustituido al argumento y la indignidad al respeto. Enfada la peligrosa deriva que conlleva la degradación de la institución parlamentaria. En estos casi 45 años de democracia hemos visto de todo en el hemiciclo, desde el atrevimiento de algún diputado sembrado de ironía hasta debates broncos de importante contenido argumentativo y alternativas. Ahora, esto no solo no existe sino que nadie espera que la imaginación, el talento o el respeto iluminen los escaños de quienes no tienen más alternativa que la ira y la furia.
En el debate de presupuestos VOX, intencionadamente, hizo que sus diputados reventaran la sesión plenaria insultando de forma vejatoria a la ministra Irene Montero. Esa fue la noticia que ocultó algo muy importante: su inconsistencia. A los Presupuestos del Estado para 2023 además de las enmiendas a la totalidad, que recogen argumentos generales, los grupos parlamentarios presentaron este año 5.400 enmiendas parciales para dar visibilidad a sus propuestas alternativas. Si el PP presentó 2.300, Ciudadanos propuso 400 e incluso grupos pequeños como Teruel Existe introdujo 209 o Coalición Canaria unas 177. Pues bien, el partido de Santiago Abascal se ha devanado los sesos de tal manera que el fruto del sobresfuerzo ha dado como resultado cero enmiendas. O sea, cero pelotero. Es decir, no tienen ninguna propuesta alternativa en ninguna materia (sanidad, educación, infraestructuras, etc.) ni para ningún territorio, sea para la España periférica o para la España interior. Para ocultar tan escuálida cosecha la solución fue la trifulca, la única forma de recordar a los suyos que están activos y es que un escándalo logra más titulares que el esforzado trabajo. Los de Abascal han demostrado que la bronca es su único proyecto para España.
Este miércoles, la víctima de las invectivas de VOX, Irene Montero, que navega en aguas turbulentas, tras la entrada en vigor de la controvertida ley del ‘solo sí, es sí’, ha acusado al PP de «promover la cultura de la violación». No parece que el exaltado tono de su intervención, en definitiva, que el exabrupto, vaya a tapar la realidad de la rebaja de penas a condenados por la nueva ley. Irene Montero debiera usar más la cortesía y el fair play si quiere diferenciarse de los adictos a la bronca permanente. Ni un error tapa otro, ni las exageraciones la refuerzan como lideresa política. La palabra, el lenguaje, son nuestra primera patria común y han de servir para entenderse, no para agredirse hasta el hastío en la sede de la soberanía popular.