Aunque quieras dibujar una sonrisa para ahuyentar las penas y trompazos que te da la vida, siempre hay algo que te hunde en la miseria y te amarga el fin de año. El día de los Inocentes saltó esa noticia que parecía la broma habitual para esa fecha: Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa se han separado. El caso es que no era la inocentada del día, sino la noticia de lo que va de siglo que, ya se sabe, algunos nacieron para hacer historia y no para ser caminantes anónimos por este valle de lágrimas. Los especialistas, no en relaciones internacionales, en economía, en índices de pobreza o en estrategias de Putin para hundir Ucrania, sino los expertos en estas cosas tan importantes del amor y el desamor del famoseo dicen que todo se ha debido a un ataque de celos infundados.
Al parecer el Premio Nobel de Literatura que, a la sazón, tiene 86 años, sufrió un arrebato de indignación amorosa no sabemos por qué causa. Ya saben ustedes que en esta materia los diagnósticos son aventurados porque la disciplina sobre los caprichos del corazón nunca fue una ciencia exacta. Aunque, dicho sea de paso, algunos grandes personajes envejecen fatal que esto sí está confirmado por la historia. No sabemos qué hará ahora el veterano escritor para llenar su tiempo libre, solo espero que no le dé por querer apoyar a algún partido político en esta nueva etapa. Ya saben que Vargas Llosa tiene acreditadas dos destrezas: escribe maravillosamente y es gafe en materia política. En 1990 se presentó a la presidencia del Perú y de ser favorito pasó a ser derrotado por el terrible Fujimori. Ya en España, apoyó el proyecto de Unión Progreso y Democracia (UPyD) de Rosa Díez cuyo hundimiento ya pertenece al olvido y después a Ciudadanos que ya está en vías de extinción. Así que ojo el resto de partidos de la derecha que como este año, para que no se aburra lo lleven a un mitin, el mal de ojo (valga la redundancia) está garantizado.
Mientras Vargas Llosa tranquiliza su corazón y Messi duerme abrazado a su Copa del mundial, otro grande del fútbol busca alivio para su orgullo herido tras su decepcionante paso por el mundial de Qatar. A Cristiano Ronaldo su amada Georgina le ha regalado un cochazo de más de 330.000 euros, un Rolls-Royce con más caballos que un hipódromo. Regalarle un libro o una colonia, como hacen el común de los mortales, le pareció ridículo para devolver la alegría a un dios, eso sí, un dios en plena decadencia en el Olimpo del fútbol. Es fenomenal que sean muy felices pero tampoco hace falta que hagan tan insultante alarde de nuevos ricos que solo con el lazo rojo que envolvía el coche comen dos familias un mes.
Con estas fruslerías tan importantes nos bombardean a diario así que de las pequeñas cosas, es decir, de lo nuestro ya hablaremos el año que viene. ¡Feliz 2023!