Los avistamientos de ovnis, ahora llamados Fani, retornan a nuestras vidas y me tienen totalmente seducida. En mi infancia siempre miré el cielo con respeto e inquietud por lo desconocido, como intuyendo que alguien nos observa desde arriba con cierta superioridad. Así que mi corazón se desbordó esta semana cuando Glen VanHerck, jefe del Comando de Defensa Aeroespacial de EEUU, no descartó que los objetos derribados por cazas americanos pudieran llevar extraterrestres. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, negó de inmediato la posible invasión marciana. Reconoció que le encantó la película E.T. pero sugirió que no nos pasemos. Así que descarté que el destino ponga un extraterrestre en mi vida ni tampoco un globo espía chino que debe haber cientos sobrevolando el firmamento aparentando ser supernaves de otros mundos.
Confieso públicamente que cuando vi la película de Steven Spielberg, pese a no ser una niña, lloré amargamente en ese momento en que crees que E.T. ha muerto, hasta que una sobrina me dijo:
-Tía que está vivo que me lo ha dicho mi amiga Nerea que la vio ayer.
Reconozco que sintiéndome reconfortada no fue fácil aplacar las lágrimas. Desde entonces siempre quise encontrar a mi propio E.T. para esconderme con él en un armario y compartir los chismes de nuestros respectivos universos.
Aunque sé que E.T. no va a volver, creo que convivimos con otro tipo de alienígenas. No vienen de otro planeta pero viven en un mundo a años luz del resto de la humanidad o al menos a cientos de miles de euros del ciudadano medio. El último que se ha descubierto en España se llama Antonio Garamendi. El flamante presidente de los empresarios de la CEOE, una organización con fuertes subvenciones del erario público, cobrará este año un salario de 400.000 € anuales. Una vez que toda España lo sabe cada cual echa sus cuentas y compara con sus exiguas nóminas. El cabreo crece al recordar que este empresario alfa se ha negado a negociar con el gobierno la subida del salario mínimo a 1.080 €. La hecatombe para la economía que este señor predijo en la última subida no ha llegado. Asombrados han quedado miles de españoles que trabajan por un salario 26 veces menor que el suyo. Su acusación de que este maldito gobierno desprestigia a los empresarios españoles ha sido gloriosamente refutada por el jefe de la patronal de Pontevedra, Jorge Cebreiros: “Su sueldo puede complicarnos la vida a todos”. Garamendi, él solito con su prepotencia ha hundido la imagen de los suyos y encima se hace la víctima comparándose con una mujer violada. ¡Qué soberbia, qué mezquindad y que mal gusto, caballero!
He soñado que dimitía y que E.T. al tocarme con su largo dedo, decía:
-Amiga, en mi mundo también hay inocentes que sueñan el cielo y Garamendis que escupen al suelo.