Tras los debates de la moción de censura presentada por VOX me queda un regusto de tristeza. La calidad del espectáculo disminuyó por minutos. El promotor de la farsa, Santiago Abascal, reiteró las descalificaciones habituales. Su único programa para España es echar a Sánchez cuanto antes porque esto no hay quien lo aguante. Ante argumento de tanto peso parecía que la solvencia intelectual la aportaría el candidato Tamames pero todo fue en vano. Me recordó a Hernández Mancha en la censura contra González cuando literalmente se perdió entre los papeles del cuaderno de anillas que llevaba. Tamames no tuvo la altura profesoral y académica esperada, es lo que tiene rescatar a personas del olvido. Desgranó tópicos e incluso enmendó la historia y la memoria. Ignoro si fue para renegar de su pasado o para agradar a quienes han patrocinado su minuto de gloria. Y es que hubo cierto patetismo en sus intervenciones. Quedó claro que se aburría porque él había ido a ser escuchado como un oráculo, a escribir su página de la historia y no a escuchar a nadie ni mucho menos a que lo contradijeran. Sinceramente creo que los portavoces fueron muy educados con él pese a que se palpaba como se degradaba a la propia institución parlamentaria con el esperpento.
Ejemplo del desfasado mundo en el que vive Tamames fue su respuesta a la vicepresidenta Yolanda Díaz que le reprochó haber nombrado a las mujeres solo para reprenderles por su baja fecundidad. Para mujeres, respondió Tamames, tenemos a Isabel la Católica y, enfatizó, que había más violaciones que “antes de toda esta oleada feminista”. Un poco de pena daba el viejo comunista. Isabel la Católica es un referente femenino de nuestra historia pero era una excepción en aquel mundo y hoy las mujeres reivindicamos la libertad y la igualdad de todas y cada una de nosotras aunque no llevemos corona. En aquella época las violaciones eran el pan nuestro de cada día y se soportaban en silencio. Ignorar hoy el valor de las conquistas de las mujeres es vivir en otro tiempo y en otra España.
En su larga vida, Tamames, como ha recordado Enric Juliana, tiene episodios oscuros. Este anciano, pagado de sí mismo, ya contribuyó en su día a derrocar el gobierno democrático y progresista de Felipe González con periodistas y cómplices en la judicatura. Según confesó en 1998 Luis María Anson, “fue necesario poner en riesgo el Estado para acabar con González”. Los argumentos, como hoy, cuestionaron la legitimidad del presidente acusándolo de cesarismo autoritario.
Esta vez no lo han conseguido. El fracaso de VOX ha transitado entre la pena y la risa. Tamames ha pretendido pasar a la historia desde el pasado y se ha dado de bruces con el presente. Y es que España ni es la que Tamames recuerda ni quiere volver a los tiempos que Abascal añora.