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¿Iguales?

La Semana Santa conmemora a un Dios que se hizo hombre para igualarse a nosotros y hacernos iguales a los ojos del Dios Padre. Es tiempo adecuado para constatar que la igualdad es una quimera imposible aunque sin ese anhelo el mundo todavía sería más injusto y peor de lo que ya es. Estamos rodeados de una nueva élite, no la de los poderosos de siempre, sino una nueva casta advenediza que, como todos los nuevos ricos, cree que puede hacer lo que le dé la gana sin que ley alguna limite sus caprichos. Ellos no sienten vergüenza sino una vanidad estimulada por el aplauso de sus devotos. Donald Trump se considera superior y, por tanto, impune y Ana Obregón pertenece esa élite caprichosa y exhibicionista que inunda el mundo actual. Ambos son buenos ejemplos de egoísmo y egocentrismo desmedido y lucrativo.

No voy a extenderme con Donald Trump aunque tiemblo ante la posibilidad de que pueda volver al Capitolio. Lo imagino alineado con las tesis de su amigo Putin, riéndose de la democracia y bendiciendo la invasión de Ucrania en una iglesia evangélica con una predicadora fundamentalista, como la del mitin de Feijoo y Ayuso en Madrid, y se me pone el pelo rojo como la corbata que suele llevar el agitador de hombres búfalo.

Lo de Ana Obregón no tiene que ver con la obsesión por el poder pero sí con esa troupe mediática que se considera con derecho a todo solo porque puede pagarlo. No hay límite éticos ni legales. Ella no es la primera ni la última madre que pierde un hijo. El duelo siempre merece respeto pero comerciar con el dolor porque se es famoso resulta indigno además de empalagoso. La vida nos da muchas bofetadas cada día y la mayoría supera el dolor, a veces en pobreza y soledad, con una dignidad que estremece.

En España su caso ha abierto un gran debate público tanto sobre la maternidad subrogada como sobre el uso del esperma de un hijo muerto. Más allá de que ambas prácticas son ilegales en España, comprendo y respeto las razones que llevan a muchas personas a ser padres y madres mediante estos procedimientos, pero el caso Obregón es tan excesivo como toda ella. El dinero solventará, no lo duden, los problemas legales. Cuenta la prensa que el precio pagado por el alumbramiento de la niña es de unos 170.000 € y de esa cantidad, la gestante habría recibido 35.000 €. La revista «¡Hola!» ha pagado 100.000 € por las imágenes en las que vimos a Obregón saliendo sonriente del hospital con la niña en brazos y un millón de euros más por la exclusiva de su concepción con el esperma de su hijo. Vender la vida privada para forrarse no será delito pero todo esto es tan obsceno que hiere.

Leo unos versos de Bertolt Brecht: «Y al dejar el mundo,/no te preocupe saber si fuiste bueno,/sino si el mundo que dejas es mejor». Me preocupa lo que veo, este mundo va a peor.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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