Horroriza lo ocurrido en un inmundo habitáculo de una vivienda abandonada de Logroño y si se desciende a los detalles, aterra. Las edades de los agresores y de sus víctimas asustan por lo que revelan. No es la primera vez ni será la última. De nuevo la historia se repite para asombro y también, pensémoslo un poco, para vergüenza de la sociedad de la que formamos parte. La vida de dos niñas de 12 y 13 años ha sido destrozada para siempre por la acción de varios salvajes de entre 13 y 17 años. Algunos de estos animales sin piedad son inimputables legalmente, les salva la edad pero no la magnitud del delito (presunto, ya saben). No duden que ellos superarán pronto su canallada pero el daño perpetrado a esas dos niñas marcará su futuro para siempre. La saña y la humillación que han padecido tras cada una de las violaciones, una tras otra en un tiempo eterno para la víctima, perdurarán más que el daño físico que haya podido ocasionarles. Recién pasada la Semana Santa vienen a mi mente unos versos de Ernestina de Champourcin, cuándo el Cirineo ayuda a Jesús ella se pregunta: «¿Hay acaso alguna cruz que pueda llevarse a medias?». Yo creo que no. Porque las víctimas de violación arrastran la suya en la soledad de sus mentes que vagan por infinitos recovecos buscando respuestas que jamás encuentran. A esa edad, el tormento que se precipita en el interior arrolla su presente y emborrona su futuro inexorablemente.
Hace tiempo que las estadísticas muestran el incremento de estos delitos en menores y se apunta a la temprana edad (8 años) en que acceden a páginas pornográficas de Internet sin control alguno. Puede que esa sea una causa pero no la única. Llevamos tiempo padeciendo noticias de niñas violadas en los servicios de un supermercado, en los aledaños del colegio, en un parking o a plena luz del día. Todavía habrá gente que creerá que las víctimas no debieron hacer esto o aquello, ir aquí o allí, pero ya no es tiempo de recriminar a las mujeres. Si no existen niñas ni mujeres adolescentes que salgan del colegio y se agrupen en manadas para violar niños o jóvenes lo necesario será poner énfasis en la educación de esos hombrecitos violentos y canallas con referentes igualmente violentos y canallas a su alrededor. Se imita lo que se ve, se vea donde se vea. La familia es tan importante como la escuela y la asunción de la responsabilidad de actos que agreden la libertad de la otra persona debe ser exigible siempre y a cualquier edad, aunque la pena sea gradual.
Yo me pregunto en qué lugares se estudia la crueldad, en cuáles se aprende la furia y en qué ámbitos se educa en el ejercicio de la violencia sexual para lograr el placer unido al gozo de sentir que se ha sometido a una niña/mujer con la fuerza del músculo y el aval del silencio de siglos de sufrimiento.