Hubo un tiempo en esta España nuestra en el que la decepción que invadía la plaza pública hizo que nuevos partidos políticos emergieran como sirenas en las templadas aguas del bipartidismo español. Es conocido el poder seductor de las sirenas como todo cuanto es nuevo a nuestros ojos. Fue Circe quien advirtió a Ulises, a su regreso de la guerra de Troya, de que evitara escuchar el canto de las sirenas si quería sobrevivir y llegar a Ítaca. Ulises superó la prueba amarrado al mástil de su barco igual que muchos ciudadanos indignados o decepcionados escucharon a los líderes de los nuevos partidos abrazados al árbol de la esperanza que aportaba la novedad. La nueva política iba a arrasar con el pasado, a llenar de aire fresco el Congreso y de felicidad al ciudadano. El seductor embrujo desbarató el panorama político español con palabras que sonaban frescas. Las promesas que tronaban como música celestial las decían Albert Rivera, Pablo Iglesias y Santiago Abascal. Ni diez años han pasado y en la política española las aguas bajan turbulentas y la polarización y el insulto sobrevuelan nuestros problemas de cada día.
Los nuevos líderes soñaban, como todos, con alcanzar la Moncloa. Rivera con mucho viento a favor y poderosos apoyos creyó poder superar al PP. Su vanidad hizo que su ambición y su partido se hundieran antes de llegar a puerto. Hoy solo quedan los restos del naufragio y sus cargos públicos huyen al barco del PP con promesas de un futuro personal asegurado. Solo queda algún romántico a bordo. Es decir, lo de siempre. En VOX, Santi y cierra España resiste a caballo como el Cid resucitado, pero ahora solo aspira a que la ‘derechita cobarde’ lo nombre vicepresidente si consiguen echar a los socialcomunistas de la Moncloa purificándola como cuando Jesús echó del templo a los rojos, perdón, a los mercaderes.
Pablo Iglesias autoproclamado líder de la verdadera izquierda se marchó un día del gobierno de Sánchez. Dijo sacrificarse para salvarla del fascismo y renovarse después como el ave fénix. Se fue como se van los que se quedan y se hace notar porque, como decía mi abuela, lo que no se ve se olvida. Nombró a Yolanda Díaz sucesora y dejó a Belarra y Montero marcando el territorio de Unidas Podemos. Son ya como la vieja casta. Poder no sé si podrán pero desunidas andan un rato. Al menos Yolanda sonríe porque Ione e Irene nadie recuerda la última vez que lo hicieron. Así que la izquierda de la izquierda sigue como siempre a bofetadas para aburrimiento y desánimo de sus votantes que están hasta las narices. Aunque amo los mares de dudas, pues nunca estoy segura de casi nada, dos cosas veo claras: las derechas gobernarán unidas si suman. Las izquierdas, si continúan sus históricas guerras de siempre, seguirán restando votos hasta matarse en el último aliento.