La banalidad del mal (2)
Si hiciéramos un inventario de las cosas que a un tiempo hieren y enfadan no tengo duda de que el cinismo ocuparía un lugar destacado. Arnaldo Otegui es el campeón de los cínicos de esta campaña, y mira que abunda la impudicia en estos tiempos hostiles para la verdad. Sólo Otegui y sus iguales no son conscientes de que hace tiempo que debieron haberse ido a tomar viento fresco, que no pueden ser parte del futuro porque son los guardianes del odio y la muerte que alentaron. Es imposible no sentir el vómito del desprecio al escucharlo, aunque sea para felicitarse por la retirada de 7 pistoleros de ETA de las listas electorales de Bildu que él mismo había autorizado. Dice que es para mitigar el dolor de las víctimas; es decir, que su propósito era avivar su calvario.
La maldad no se convierte en bondad ni banalizándola ni rectificando errores palmarios. Comparto con la presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, que la renuncia se ha hecho por tacticismo electoral y no por una sentida reflexión ética. Sigo a Consuelo Ordóñez porque de entre todas las víctimas de ETA que he conocido guardo un especial recuerdo de dos: Gregorio Ordóñez y Ernest Lluch. Conocí a Gregorio Ordóñez cuando con 24 años fue elegido concejal de San Sebastián en mayo de 1983. Daba gusto discrepar con él en las reuniones porque era afable en el trato y apasionado en sus argumentaciones, tenía esa intuición innata de quienes son líderes sin buscarlo. A Ernest Lluch lo conocí al frente del ministerio de Sanidad negociando la construcción del centro de salud de Calahorra que él inauguró el 8 de mayo de 1986. Escucharlo era un placer porque era un pozo de ciencia y destilaba una bonhomía de sabio despistado. Él también era un maestro sin pretenderlo.
No quiero aburrirles con mis recuerdos pero siendo tan larga la lista de asesinados por ETA es difícil evitar que se remuevan los sentimientos cuando se les ofende. La maldad de Bildu es evidente pero ese eslogan que circula por las redes sociales y que pronunció Ayuso en sede parlamentaria –«Que te vote Txapote»– me resulta a la par hiriente y vergonzosa. Consuelo Ordóñez fue rotunda: «Ayuso no tiene principios ni valores, es la antítesis de lo que fue mi hermano Goyo». Yo creo que esa frase solo pueden pronunciarla con tanta frivolidad quienes no vivieron los años de plomo del terrorismo etarra cuando los ciudadanos nos condolíamos de los muertos como si fueran nuestros. No harían esas bromas de mal gusto que también hieren a las víctimas. Me quedo con las palabras del hijo de Gregorio Ordóñez. «No comparto el sentimiento de odio. No lleva a nada positivo, no nos ayuda a nosotros ni a quienes nos rodean» (El Diario Vasco, 14/1/2018). Incluso para la legítima crítica hay que tener dignidad y no banalizar ni el dolor ajeno ni la dimensión del mal.
