Dicen que la democracia, cuando se consolida, produce algo de aburrimiento, pero en España debemos estar en la adolescencia y preferimos las emociones fuertes. Desde que el bipartidismo rampante comenzó su declive los pactos electorales ofrecen el trepidante espectáculo de un circo de tres pistas. La propuesta de dejar que gobierne la lista más votada se realiza cíclicamente en campaña pero jamás se practica después. Si un partido atisba que puede alcanzar el poder aunque sea con una alianza diabólica, lo de dejar gobernar al ganador se olvida.
Son muchos los ejemplos, pero lo ocurrido en el Ayuntamiento de Barcelona tiene un claro toque tragicómico. Xavier Trias, de Junts per Catalunya, acudió ufano creyéndose alcalde; pero tras la votación el elegido fue Jaume Collboni del PSC. Para la historia quedará su enfado y su «que os zurzan a todos». Un desahogo tan humano como el de otro barcelonés, Estanislao Figueras, primer presidente de la I República Española que, en 1873, harto de traiciones de propios y ajenos, pronunció su memorable: «Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros»; y partió al exilio en París. A mí estos toques pasionales de nuestra historia me entusiasman más que las grandes gestas.
En Valencia, PP y Vox cerraron, a contrarreloj, el pacto con un condenado por violencia de género, Carlos Flores. Según Feijóo hay que comprender que el pobre hombre «tuvo un divorcio duro». Su mujer parece que no. Aun así han decidido, por vergüenza torera, no meterlo en el gobierno valenciano y enviarlo al Congreso. ¡Vaya castigo! Yo me pregunto si Feijóo aceptará su voto si lo precisa para la investidura tras el 23J. Apuesto a que sí.
La pirueta hará vicepresidente a Vicente Barrera (Vox), torero y nieto de torero. El baldón de Barrera no es que fuera torero sino su homofobia o su añoranza de la dictadura franquista. Con miedo a lo que se avecina, leo que Gabriel Le Senne (Vox) ha sido elegido presidente del Parlamento de Baleares con los votos del PP. Este flamante presidente además de negar la violencia machista, como Barrera, y la existencia del colectivo LGTBI, las vacunas y el cambio climático; además de rechazar también el aborto y la eutanasia, ha escrito: «Las mujeres son más beligerantes porque carecen de pene». ¡Ufff! Seguro que es peor carecer de cerebro.
Tan inquietantes noticias me pillan leyendo la biografía de Juan Belmonte del magnífico Manuel Chaves Nogales. Cuenta Belmonte que «el día que se torea crece más la barba. Es el miedo». Si a la ciudadanía nos va a tocar torear con políticos que niegan la realidad y que nos quieren llevar a un pasado que no fue como ellos dicen que fue, no sé si el pánico hará que a algunos les crezca la barba o a algunas (mujeres) un pene para templarnos, pero la cosa está como para tener miedo. ¡Vaya toro!