La España de todos (2)
Las encuestas son como las escopetas, las carga el diablo. En esta España nuestra la mayoría se realizan para influir en el ánimo de la ciudadanía más que para conocer su verdadera opinión. Luego llega el llanto y el crujir de dientes y, no descarten, que más de uno ande todavía ahogándose en la llantina. Durante los últimos años PP y Vox han forjado un discurso sectario y excluyente de que España solo es posible si es homogénea y unívoca. Así que quienes respetaban la realidad de que vivimos en una España plural y diversa se sentían amedrentados por la aparente prevalencia de ese sermón cainita que los señalaba como traidores a su propia patria.
Por eso los ciudadanos silenciosos que valoran el respeto y la convivencia han sentido alivio al comprobar que la mayoría cree en la pluralidad de España y no en esa España madrastra cuyo modelo territorial quiere imponerse a gritos y a la fuerza por unos y por otros.
También resulta falso y agotador, tras tantos años de democracia, el discurso fatalista de que hay dos Españas irreconciliables. No las hay. No en el sentido de una España buena y otra mala, muchos nos negamos a que nos exilien a la antiEspaña sólo porque preferimos una España incluyente en un contexto internacional incierto y volátil. La España de todos es más madre que madrastra incluso con los que no la quieren.
La propuesta que no ha triunfado en las urnas es la de las trincheras, el insulto y la injuria al contrario, aunque algunos, por costumbre y pese al gatillazo, sigan instalados en ella. Son los mismos que ahora ensayan los argumentos para deslegitimar al gobierno que pueda salir de las negociaciones salvo que sea el de PP con Vox, porque esa es la España buena en su tortuoso lenguaje.
La otra verdad indiscutible es que el resultado electoral es un endiablado laberinto tanto para el partido ganador, el PP, como para el segundo, el PSOE. No es la primera vez que surgen voces lamentando lo injusto que resulta tener que depender de partidos minoritarios como los nacionalismos periféricos. Le pasó a Felipe González y a Aznar que terminó hablando catalán en la intimidad y en el BOE. No olviden que, desde las primeras elecciones democráticas que ganó Suárez, a los escaños de los nacionalistas vascos y catalanes se les llamaba “la tienda”, como recuerdan los parlamentarios de aquel tiempo.
¿Por qué no se cambia el sistema electoral? Pues porque ni al PSOE ni al PP les ha interesado hacerlo. Aceptados resultados y normas solo queda esperar a ver quien consigue mayoría parlamentaria para ser investido como dice la Constitución que es el único marco en el que cabe negociar para lograrlo. Todos, incluso el independentismo que anda malherido por sus resultados, saben que la Constitución es el único límite digan lo que digan unos y otros. Veremos.