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Hipocresía

Si tuviera que comparar a la Iglesia católica con un mineral elegiría el titanio. Su dureza contra quienes no comparten su fe puede ser tan extrema como su resistencia a la corrosión por el comportamiento inmoral o delictivo de los suyos. Todo ello la hace inexpugnable, como un titán fortalecido en sus propias miserias. Nunca he entendido su reacción ante los abusos a menores intuidos y demostrados. No hay institución humana capaz de sobrevivir a un escándalo semejante.  

La Iglesia católica abordó siempre tan escabroso asunto minimizándolo, negándolo y restando importancia al infierno al que enviaron a miles de víctimas de depredadores que actuaban con la impunidad de sentirse intocables. Ya los obispos de Estados Unidos (2003), Alemania, Francia, Portugal o Irlanda encargaron investigar los abusos sexuales de sacerdotes ante la presión de la opinión pública. Pero lo ocurrido en España es harina de otro costal. Y es que la jerarquía del catolicismo español siempre se ha diferenciado del resto como demuestra la historia. El estado católico siempre fue el sueño de muchos obispos desde finales del siglo XIX, entre ellos el de la diócesis de Calahorra, el cardenal Cascajares. Tras la sublevación franquista la Iglesia dio su apoyo incondicional a la causa y tejieron la idea de que España sólo podía ser católica. En la intolerancia religiosa se basó la unidad de la nación y así fue como la jerarquía católica consolidó su preeminencia social y su influencia política. El poder ideológico del catolicismo español perdura todavía en muchos sectores por evocación de ese pasado que le garantiza cómplices tanto en las altas esferas como en la religiosidad tradicional y costumbrista del pueblo español.

El informe del Defensor del Pueblo sobre la pederastia en España ha sido descalificado por la Iglesia más preocupada por frenar la magnitud del escándalo que por paliar el dolor de los abusados. La estimación de 440.000 víctimas ha sido calificada de una exageración para condenar a todos los sacerdotes por los malvados enemigos de la Iglesia. Escasos y pobres argumentos porque, simplemente, son falsos. Insistir en que en otros ámbitos de la sociedad también se cometen abusos no convierte en menos repugnantes las actuaciones de los abusadores y depredadores con hábito y sin propósito de enmienda. Todos sabemos cómo la Iglesia es rápida en juzgar y condenar comportamientos ajenos, como la libertad sexual, pero jamás enjuicia los de los suyos que son encubiertos aunque sean delitos. Podían sus reverencias releer los evangelios de Lucas y Mateo: «¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano». Es llegado el tiempo de practicar la humildad y de ofrecer a las víctimas el consuelo que les niegan.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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