Los cuentos siempre llenan las infancias, ese tiempo de la vida en el que hasta lo más inverosímil resulta creíble y tentador para la imaginación. Ya dicen los poetas, como León Felipe, «que la cuna del hombre la mecen con cuentos» pero también «que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,/que los huesos del […]
Los cuentos siempre llenan las infancias, ese tiempo de la vida en el que hasta lo más inverosímil resulta creíble y tentador para la imaginación. Ya dicen los poetas, como León Felipe, «que la cuna del hombre la mecen con cuentos» pero también «que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,/que los huesos del hombre los entierran con cuentos,/y que el miedo del hombre…/ha inventado todos los cuentos». Y es verdad que para sobrevivir nos aferramos a fábulas o directamente a falsedades. La política ha sido siempre terreno propenso al engaño y a la mentira.
Así que cuando escuché a Jordi Turull expresar, en catalán, que si el gobierno no pacta un referéndum pues, en español, colorín colorado, de forma automática se me encendió la infancia y el detector de mentiras. Turull, ese hombre de triste mirada que ha vivido de todas las mutaciones del partido de Pujol, habla con igual contundencia que las hadas y los magos exponían las cosas que le pasarían al protagonista del cuento si no cumplían su caprichosa voluntad. Hace tiempo que sabemos, sin renunciar a la infancia, que el tiempo de las hadas y de los elfos desapareció el primer día que la vida nos recordó que lo suyo iba en serio, aunque, como diría Jaime Gil de Biedma, esto «uno lo empieza a comprender más tarde».
En fin, que Turull lleva toda la vida contando cuentos. También hoy, convertido en el fiel escudero de Carles Puigdemont. Este experto en fugas y proclamador de efímeras repúblicas lleva tiempo empeñado en hacer creer, a quien quiera engañarse, que aunque salió por pies de la patria oprimida por el estado español, él es un héroe de leyenda que ejerce de libertador por mandato divino de todos los catalanes. Dice custodiar las esencias en Waterloo, a su pesar, símbolo inequívoco de históricas derrotas.
Siempre detesté cualquier fanatismo nacionalista y cuanto más pequeño sea el espacio identitario, peor. Se creen el ombligo del mundo y olvidan que más allá de cada patria chica existen problemas comunes a toda la humanidad que sólo el egoísmo ignora. Sostengo y siento que todo nacionalismo es esencialmente excluyente, insolidario y supremacista. En el fondo, el actual sueño de Junts pasa por ocultar la única verdad. Su objetivo es salvarse ellos y sólo ellos, casta gobernante de la Cataluña autonómica, del gran cuento de hacer creer a su pueblo que la independencia fue posible en 2017 y lo será cuando dobleguen al estado. Una bravuconada más de quienes necesitan la amnistía, una medida de gracia que les evite la cárcel y las sanciones económicas que conllevaría no obtenerla. El miedo hace de Puigdemont un simple villano de cuento, un cobarde. Nunca vi a un héroe salir huyendo en los cuentos. Así que sólo deseo que más pronto que tarde escuchemos el colorín colorado de este interminable cuento.