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Entre visillos

Levadura

Lo bueno de nuestro país es que no hay tiempo para el aburrimiento. ¡Cómo va a haberlo si vivimos en continuo sobresalto! En España no es que cada día tenga su afán, sino que cada amanecer trae su polémica y cuanto más pintoresca sea la controversia más gentío puebla las trincheras de uno y otro lado. Cada bando debe levantar su bandera llevando, eso sí, los argumentos al límite porque sólo exagerando se estimulan las vísceras y se colocan por encima de las neuronas y de la templanza de la reflexión. Lo importante ante cada nueva disputa es que nadie quede indiferente porque el tibio siempre es sospechoso de estar en el bando contrario según sea quien lo observe. El exceso siempre fue el punto de apoyo de cualquier inquisición, extremismo o totalitarismo, esto también es tradición en la historia.

Eso sí, en España los grandes rasgados de vestiduras siempre tienen que ver con la tradición y la religión, aunque sin desdeñar la política y el fútbol, territorios todos en los que es más fácil detectar los bandos. Como diría Galdós, «Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno».

Aquí da igual que crezca la desigualdad, se deteriore la sanidad, suba el paro o no circulen los trenes… todo se acepta resignadamente sin levantar ni la voz ni la protesta. Pero ¡ay, Dios mío! un artista pinta un cuadro de Jesús resucitado para anunciar la Semana Santa de Sevilla y una legión de ofendidos pone el grito en el cielo, nunca mejor dicho. Expresar que se ofende la tradición y los sentimientos propios siempre resultó eficaz aunque sea un pobre argumento. Salustiano García Cruz ha ejercido su libertad de creación y el pobre no sale del asombro a juzgar por sus declaraciones: «yo quería hacer un cartel muy respetuoso… lo que quería es representar al Dios que había dentro de Cristo: una persona bella con una mirada serena». El artista ha hecho lo mismo que siglos atrás hizo, por ejemplo, el gran Miguel Ángel con el Cristo de Santa María sopra Minerva al que, tras el Concilio de Trento, le colocaron un paño de pureza para calmar a los ofendidos de aquel tiempo.

A Cristo en cada tiempo se le ha representado según el canon artístico del momento y conforme al gusto de cada época. Puesto que ningún artista ha visto a Jesús, lo imaginan al representarlo. Por eso en este tipo de polémicas siempre he creído que el problema no está en lo que se muestra en la obra artística sino en los prejuicios de quienes la miran. Unamuno, que fue un gran polemista, decía que su objetivo era «agitar y molestar a la gente. No estoy vendiendo pan; estoy vendiendo levadura». Es posible que los artistas, a través de su obra, en este caso de la belleza de este Cristo, sólo busquen ofrecernos levadura para facilitar el fermento de nuestra inteligencia.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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