«Rezo mucho para que el papa Francisco pueda ir al cielo cuanto antes. Ja, ja, ja». Todos se ríen y alguno añade que no estaría de más rezar más fuerte (Ja, Ja, Ja). Si una servidora hiciera estas afirmaciones a buen seguro que sería señalada como persona sin escrúpulos, odiadora de la Iglesia católica, mujer malvada, sectaria y sin corazón. Me hubieran disfrazado de reencarnación del demonio que, como todo el mundo sabe, vive en el infierno vestido de rojo.
El alegato deseando la muerte al Pontífice la hizo en YouTube, el 22 de febrero, el sacerdote de la diócesis de Toledo, Gabriel Calvo Zarraute y fue aplaudido por el resto de curas que participan en la ‘Tertulia sacerdotal contrarrevolucionaria’. Estos buenos y simpáticos curas creen ser los guardianes de las esencias católicas más puras. El integrismo católico ha desprovisto al vicario de Cristo en la Tierra de sus atributos ya que no sólo cuestiona su magisterio sino que lo considera un usurpador de la silla de san Pedro. Puede que estos curas ejemplares crean, como el presidente argentino Milei, que en realidad Francisco es el representante del Maligno en la Tierra. Insisten estos supermanes del catolicismo esencial que sus palabras y sus risas «no expresan deseos de la muerte del Papa, como maliciosamente han difundido». ¡Qué graciosos!
En España estos angelitos elogian a Franco y añoran volver al cielo del pasado. Es indicativo que se despidan al grito de ¡Viva Cristo Rey! Rememoran a los ‘Guerrilleros de Cristo Rey’ que sembraban el pánico para frenar la democracia. Estos buenos curas traen a la memoria una historia que nunca he olvidado. El 7 de mayo de 1973 tuvo lugar una manifestación de la extrema derecha en Madrid. Se gritaba «Tarancón al paredón» e insultos contra Pablo VI, un Papa al que odiaban por reformista. Dirigía las consignas el representante de la Hermandad Sacerdotal Española, el cura Venancio Marcos. Cuenta en sus ‘Confesiones’ el cardenal Tarancón, presidente entonces de la Conferencia Episcopal, que este sacerdote criticaba el papel de la Iglesia en el tiempo final de la dictadura. Muy enfadado, le dijo: «Mire, señor cardenal, yo ante todo y sobre todo soy falangista. Estaré siempre con este régimen porque creo que Franco es un enviado de Dios. Y estoy plenamente convencido de que Pablo VI está haciendo un mal servicio a la Iglesia en España». Tarancón le respondió que no entendía «ese lenguaje en un cristiano; menos en un religioso».
Nada sucede por azar, del pasado sopla un viento helado que pretende soldar política y religión. Un pensamiento único, excluyente y retrógrado que considera al Papa un enemigo y un monigote del que reírse. En España es el viejo y antidemocrático nacionalcatolicismo. Aprendamos de la historia, es mentira que cualquier tiempo pasado fue mejor.