Lo que peor llevan las viejas estrellas del firmamento político es comprobar que su fulgor se apaga con el tiempo. Así que Esperanza Aguirre, aquejada del síndrome del prematuro olvido, ha decidido meterse a cuentacuentos para llamar la atención. A los jóvenes de su partido les ha contado cómo se inició la Guerra Civil según su particular versión que nada tiene que ver con la verdad. Fue, según Esperanza, culpa de los socialistas que no aceptaron la derrota electoral de 1933 y dieron el golpe de 1934 porque no admitían la alternancia en el poder. Titubeó un poco al decirlo porque la mentira es de las gordas. Este revisionismo rancio y falsario trata de crear tendencia manipulando la historia para adaptarla a las conveniencias políticas. No dijo que Sánchez causó la guerra porque no había nacido pero sí se le pasó por la cabeza. Seguro que Francisco Franco a punto estuvo, Dios no lo quiera, de levantarse de la tumba.
En el Infierno, que con seguridad acoge a golpistas de todos los tiempos, hubo ese día tertulia de dictadores. Cuenta uno de los asistentes que el Generalísimo estaba que trinaba y que, con su voz atiplada, profirió improperios contra la pretensión de esta señora, muy enseñorada, de arrebatarle de un plumazo su glorioso protagonismo en la historia de España. Él fue, en julio de 1936, la cabeza visible del golpe de estado que derribó un gobierno legítimo y cuyo fracaso apremió a los militares rebeldes a iniciar la Guerra Civil y cuarenta años de ‘celestial’ dictadura bajo su mando y su manto. ‘Al César lo que es del César y yo fui ese César español’, dice el chivato infernal que exclamó ufano el General.
Perdonen la licencia de contárselo con ironía pero es que las cloacas informativas apestan a mentira podrida. No soy capaz de recurrir a ella en el caso de las palabras del candidato de EH Bildu a lehendakari, Pello Otxandiano, negándose a llamar a ETA como lo que fue, una banda terrorista. Las palabras como la verdad son muy importantes en política y en la vida. La desmemoria intencionada, la pretensión de cambiar el pasado en el recuerdo de las nuevas generaciones es también una maldad y una manipulación lo haga Otxandiano o Esperanza Aguirre. ETA usó la muerte como arma política y asesinó con inmensa crueldad. Afortunadamente ETA no existe desde 2011, pero pretender borrar el horror haciendo creer que no ocurrió lo que sí ocurrió es una infamia a las víctimas, a la sociedad española y un fraude a la verdad.
La Historia, sin manosear, cuenta que nuestra desgraciada Guerra Civil fue consecuencia del golpe de estado de Franco. También esa Historia contará que ETA fue una banda terrorista salvaje y sanguinaria democráticamente derrotada. No construyamos la memoria colectiva con cuentos, sólo superaremos la negrura del pasado con la verdad.