«Tras de un amoroso lance,/y no de esperanza falto,/volé tan alto, tan alto,/que le di a la caza alcance». No llegué tan alto como san Juan de la Cruz pero en el amanecer del lunes sobrevolé Cataluña. No advertí ninguna sima, tampoco grieta alguna en sus límites que hiciera pensar en algo parecido a la falla de San Andrés (California). Comprobé que España no se había roto, como los apocalípticos anuncian hace años, y que el nacionalismo/independentismo había obtenido los peores resultados electorales de los últimos cuarenta años. Ahora las únicas fallas tectónicas visibles son las que agrietan sus filas y sus liderazgos ante un tiempo nuevo.
Esto ha sido histórico pero coincidirán conmigo en que hay cosas que se ven venir y otras que no, como los terremotos. Ningún sismógrafo experto en la iglesia católica y el Vaticano vio venir el anuncio que el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, hicieron las hermanas clarisas de Belorado y Orduña, famosas por sus chocolates. Su manifiesto de 70 páginas, que no se escribe en un día, es una enmienda a la totalidad a la trayectoria de la Iglesia católica desde 1958 pues al último pontífice que reconocen es a Pío XII. Consideran la Sede Vacante desde entonces pues cuanto vino después es herejía. El resto de papas son juzgados como «usurpadores de la cátedra de san Pedro». Se rebelan contra el «latrocinio» del Concilio Vaticano II que, plagado de herejías, robó la fe a millones de creyentes. Denuncian que los papas herejes los ‘monseñores’ Roncalli, Montini, Luciani, Wojtyla y Ratzinger (al que tratan más benévolamente llamándolo Padre) ninguno fue elegido canónicamente. Por supuesto, tampoco Bergoglio, al que repudian y rebajan su tratamiento al de ‘señor’, negando que fuera obispo ni tan siquiera sacerdote.
Así que las clarisas de Belorado y Orduña, según el manifiesto que firma su abadesa, han proclamado a los cuatro vientos que abandonan la Iglesia Católica y se ponen bajo la tutela y jurisdicción del falso obispo Pablo de Rojas (excomulgado en 2019) y la llamada secta Pía Unión de San Pablo Apóstol. Hay quien dice que un lío inmobiliario está detrás de este cisma que pide regresar a los antiguos ritos de la Iglesia. Como no hay secta que se precie que no adore al becerro de oro no es descartable. El arzobispo Mario Iceta, que excomulgó al nuevo protector de las clarisas, está alucinado. No es para menos pero hace tiempo que las aguas del ultracatolicismo bajan revueltas como demostraron los sacerdotes que deseaban la muerte del papa Francisco. Como en los conventos también viven poetas, las clarisas riojanas de Nájera han sido claras: «Nos han querido dar agua sucia, pero solo beberemos de la fuente». Las trufas de Belorado amargan a la Iglesia al volar tan alto. Veremos cómo termina el cisma del chocolate.