He imaginado estos días a Charles Maurice de Talleyrand (1754-1838) paseándose por los tortuosos pasillos de la diplomacia de la Unión Europea (UE) fraguando un nuevo plan ante la nueva configuración del Parlamento tras el auge de la ultraderecha. Talleyrand siempre defendió la idea de conseguir una Europa pacífica gracias a la convivencia entre los países sensatos. Un presagio clarividente del tiempo posterior. Su capacidad de adaptación le llevó tanto a apoyar a Napoleón como a abandonarlo por eso muchos lo califican de gran traidor y otros de gran pragmático. A este hombre que vivió entre revoluciones en un mundo cambiante como este tiempo nuestro se le atribuye la frase de que ‘oponerse a algo es el arte de estar en contra tan hábilmente que, luego, se pueda estar a favor’.
Creo que la idea tiene una tremenda actualidad. Veremos pronto en España que quienes se llaman patriotas pactarán con aquellos a los que denominaron traidores. Veremos cosas que vosotros no creeríais, como dice Roy Batti, el replicante de Blade Runner. Tiempo habrá de hablar de ello. Quienes creen que las elecciones europeas no son importantes se equivocan a la vista de lo ocurrido en Francia y de lo que se divisa. El gran avance de las fuerzas de ultraderecha tradicionales y la aparición de un elevado número de excéntricos y radicales ultras aterra. En España, el ultra Alvise Pérez, primero de UPyD, luego de Ciudadanos y hoy de él mismo además de condenado por divulgar mentiras, ha obtenido 3 escaños, igual que Sumar.
La ultraderecha siempre defendió irse de la UE y potenciar el ultranacionalismo. Nigel Farage, Boris Johnson o Marine Le Pen eran antieuropeos. En junio de 2016, Reino Unido abandonó la UE y hoy el número de los arrepentidos crece en un país fracturado. Le Pen, vista la experiencia, ya no predica lo mismo. Tampoco lo hace Meloni que, desde la presidencia de Italia, busca influir en la Unión Europea para cambiar su rumbo. Como sostenía Talleyrand, se disfrazan virando poco a poco para que no se note. También ambas ocultan hoy su admiración por Putin y es que las guerras acongojan. Imaginen que el motor de la UE, Francia, Alemania, España e Italia son gobernadas por la ultraderecha, no duden que el modelo democrático del estado de bienestar común se iría al garete. Creer sólo a quien te dice lo que quieres escuchar es bonito hasta que llega la realidad e ilumina las mentiras cuando ya no hay remedio para el desastre. El otro día el politólogo riojano, Pablo Simón, defendió algo en lo que siempre he creído: para ganar a los votantes no es suficiente con asustarlos, es necesario enamorarlos. Dejen de insultarse y de insultarnos. No fomenten la política del odio. La mayoría no queremos votar contra nadie por miedo, queremos votar a favor de ideas que den esperanza.