De Mecano qué les voy a decir si forma parte del imaginario común de varias generaciones, incluida la mía. Tarareamos sus canciones en cuanto oímos sus acordes en la lejanía. Estos días hemos conocido a un airado Nacho Cano a cuenta de los contratos a bailarines becarios traídos de México para su espectáculo Malinche. El tiempo dirá si todo es legal o no pero me enerva ese egocentrismo y esa teoría conspiranoica que ha inventado para defenderse. Es decepcionante observar cómo se quiebran muchos iconos a los que admiramos en el pasado. Me ocurre igual con Miguel Bosé. Sin duda, Cano ocupa un lugar destacado en el panorama cultural de este país pero no es el centro del universo como parece creer.
Cano comenzó diciendo, tras su paso por Comisaría para tomarle declaración, que el criminal no era él sino la policía. Llegó a afirmar que podía «aparecer muerto en una cuneta» y que todo era un montaje por su apoyo a Ayuso para desviar la atención de los problemas de la mujer de Sánchez. De inmediato, Ayuso, que no pierde comba en su guerra por ser la mayor opositora del presidente del gobierno, lo definió como una persecución y que eso era «estalinismo». Teniendo en cuenta que el dictador Iósif Stalin mandó ejecutar por motivaciones políticas a más de un millón de personas, es evidente que Ayuso, como siempre, fue muy comedida en sus insultos. Ahora que una magistrada de Madrid ha decidido imputar a Nacho Cano por un presunto delito de contratación irregular de extranjeros, el tono del músico se ha disparado. Todo es una estrategia de Pedro Sánchez que por lo visto no tiene cosa mejor que hacer. Dice Cano, modestamente, que debieran darle un premio, pero que Sánchez le ha montado una cacería con la policía y los jueces. De este modo el malvado Sánchez evita responder «de todas sus fechorías hechas con pasta nuestra». «Pero cómo tiene tanta jeta este tío» que nos roba a todos y que pertenece a la banda de Maduro, exclama un Cano que da por buena la teoría de que Sánchez es culpable de todo los males, incluido el caloret de estos días.
Lo escucho asombrada y me pregunto si sobreviviremos a esta dictadura tan peculiar en la que uno puede insultar al presidente por tierra, mar y aire sin que la policía política lo lleve a los sótanos de la Lubianka para interrogarle, por supuesto, mediante torturas. Si uno exige respeto para sí debe tenerlo para los demás. Nacho Cano es hoy esclavo de sus propias exageraciones y víctima de sí mismo. ¿De verdad cree ser tan importante? En esta dictadura salvaje en la que nos dicen que vivimos yo espero, con la paciencia de Job, ver en qué queda este sainete y el de la esposa de Sánchez que, como se sabe, no sufre una persecución como el músico sino que tiene lo que se merece la mujer del tirano. Veremos cómo acaban ambas películas.