Ver para creer
El florido lenguaje de Maduro, dos tonos más alto que el ya elevado habitual, no puede ocultar la fragilidad en la que quiere sustentar su nuevo mandato presidencial. Lo de asegurar que ha ganado las elecciones sin el respaldo público de las actas de escrutinio es infumable para cualquier demócrata. Así que las fantasías de conspiraciones fascistas contra el pueblo venezolano y otras hipérboles dialécticas sólo son parte del decorado engañoso que el ‘madurismo’ ha construido durante años, sustentado por la cúpula militar a la que con tanto mimo ha tratado como han hecho siempre todos los gobiernos autoritarios que en el mundo han sido. Así que si Maduro no acredita documentalmente que ha ganado es porque ha perdido el favor de su pueblo. Si las actas de escrutinio le fueran favorables hubiera empapelado con ellas todas las calles de Caracas para contradecir a esos malvados observadores internacionales del Centro Carter, al panel de expertos de Naciones Unidas, a cuantos desconfían de la veracidad de su triunfo electoral y hasta el sursuncorda. La anomalía de la ocultación es la prueba de que el opositor Edmundo González ha ganado las elecciones porque él sí ha mostrado las actas de que disponen y que alcanzan el 80% del escrutinio.
Su rápida proclamación como nuevo presidente electo de Venezuela sin terminar el recuento es otro síntoma para sospechar porque este tipo de adictos al poder tiene tendencia a preferir las autoproclamaciones. Hugo Chávez estuvo once años en el poder, los mismos que lleva Nicolás Maduro. Como le parecen pocos quiere seis más, de momento. A Chávez se lo llevó la enfermedad estando en la presidencia, a Maduro le va a quitar la presidencia el ansia de poder. A la enfermedad de pretender eternizarse subvirtiendo la democracia se la ha llamado siempre dictadura.
El éxodo continuo de venezolanos, tres millones hay en Colombia y en España unos cuatrocientos mil son síntomas claros del mal funcionamiento de un país del que su gente huye. La respuesta de Maduro ante las protestas ciudadanas no ha sido la transparencia sino la represión. Van 25 muertos y más de 2.000 detenidos. La coerción debe parar y dar paso a la publicación del escrutinio real. Así que el problema de Venezuela hoy y de la comunidad internacional radica en legitimar una democracia homologada o hacer la vista gorda ante una dictadura como tantas otras que toleramos en el mundo. Yo hoy por hoy elijo la democracia y el respeto a los derechos humanos y para ello es preciso saber qué votaron los venezolanos. Es evidente que Maduro no lo va a poner fácil sólo espero que entre bastidores la diplomacia le haga reflexionar pero yo soy una descreída. La fe moverá montañas pero Maduro no es un dios en cuya palabra a estas alturas podamos creer. Se precisa ver para creer.