Si alguien no es capaz de compadecerse del dolor ajeno es porque está perdiendo la humanidad o el odio ciega su inteligencia. Hacer política desde el desprecio a la desgracia ajena, mentir y atizar la xenofobia para ganar adeptos convierte la maldad en norma de comportamiento algo tan indigno como despreciable. Nuestra sociedad ha generado a demasiados oportunistas capaces de seducir así a multitud de seguidores.
Tras el asesinato de Mateo, mientras jugaba al fútbol en Mocejón, a la espera de que la policía hiciera su trabajo lo natural era conmoverse y dar apoyo a la familia de la víctima. Pero antes de que finalizara la investigación ya había en las cloacas de las redes sociales individuos que sabían quiénes eran los artífices, dónde se alojaban y de qué nacionalidad eran. Los racistas no dudaron en insultar y amenazar al portavoz de la familia de Mateo, un periodista que dirige Misioneros por el mundo, un programa del canal 13TV de la Conferencia Episcopal, sobre la labor de sacerdotes católicos en África. El periodista aparecía en fotografías con niños negros en sus reportajes. La extrema sensibilidad de los comandos de la ultraderecha que campan a su antojo por las redes las reprodujo con mensajes como “se merecen lo que les pasa” y amenazas de muerte. Asell Sánchez estalló en lágrimas roto por dentro ante el comportamiento de los desalmados. Una familia, por tanto, doblemente destrozada para siempre. El presunto autor confeso es un joven español de 20 años con una notable discapacidad que también tiene una familia atrapada en su propio drama que les perseguirá mientras vivan preguntándose qué no han hecho bien o qué han hecho mal.
Los desalmados que agitan el odio y la xenofobia entre nosotros están orgullosos de su hazaña y sólo lamentan que una turbamulta de seguidores no se haya echado a la calle a reventarla de mentiras. El pequeño Mateo y el dolor de su familia no sólo les importan un bledo sino que lo han incrementado. Esta es la ruta de deshumanización de la política y de exaltación de la maldad a la que estamos asistiendo. Ellos de momento están encantados con sus éxitos. Son diputados con inmunidad del Parlamento europeo y han llegado a él no por un golpe de suerte sino con votos ciudadanos.
Mientras dudo si queda humanidad leo algo que me reconcilia con el mundo. En el hospital Gregorio Marañón de Madrid todo el personal de Cuidados Paliativos se ha movilizado para organizar la rápida boda de un paciente y de su novia prevista para septiembre. La situación lo requería, Carlos y Pilar se han dado un emocionado sí quiero. Un destello de felicidad en un momento tan difícil es un abrazo de la vida. Los sanitarios de Cuidados Paliativos son de la buena gente que queda por el mundo. ¡Ojalá algunos se ahoguen en el odio de su malvada fiesta!