Desde hace años las reuniones de los líderes mundiales en Naciones Unidas me traen el recuerdo de Mafalda. La sabiduría de esa niña que contempla entre sorprendida y atónita el globo terrestre me enseñó muchas cosas. Entre ellas que la diplomacia tiene reglas que la razón comprende pero que el corazón rechaza. Ver el rostro consternado del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, denunciando que «el nivel de impunidad de este mundo es políticamente indefendible y moralmente intolerable» y ante mis ojos apareció la sillita en la que Quino dibujaba a Mafalda cuando quería hacer una rotunda declaración. La viñeta es inolvidable: ¡¡Desde esta humilde sillita formulo un emotivo llamado a la paz mundial!! ¡Total!… parece que hoy en día, el Vaticano, la ONU y mi sillita tienen el mismo poder de convicción.
Y es que desde nuestras sillitas vemos la inmensidad de la barbarie con desasosiego y desesperanza al constatar que la ONU no sirve para nada. ¿Quién parará a Putin o Netanyahu que utilizan las guerras contra el enemigo exterior para fortalecerse internamente? De Putin nada podíamos esperar, sabemos de su poder autoritario que no duda en invadir países violando la legalidad internacional, liquidar disidentes por métodos expeditivos, matar civiles o nutrir sus tropas de presidiarios para acallar el rechazo al reclutamiento. Seis meses en el frente de Ucrania a cambio de indultos. Así alistó a violadores de ancianas, asesinos de niñas e incluso al caníbal de Volgogrado, Dimitri Málishev, que asesinó a un hombre, le arrancó el corazón y lo cocinó con cebollita. Ha vuelto a su pueblo y allí los vecinos están, con razón, acongojados. Todo repugnante. Ucrania destrozada en una guerra tan larga como letal. ¿Y por qué?
Lo de Netanyahu no es mejor. Israel desde 1948 ha incumplido todas las resoluciones de la ONU, ha optado por no aceptar límites a su venganza. Las milicias de Hamás y de Hezbollá son organizaciones terroristas pero el derecho a la defensa no incluye la masacre de civiles indefensos. Para Netanyahu 42.000 personas asesinadas en Gaza no son nada. Mientras en la ONU los líderes mundiales discursean Netanyahu alinea sus tropas en la frontera del Líbano con la amenaza de invadirlo. Biden le pide contención, un eufemismo insoportable para describir la acción de quien ve en la escalada bélica su supervivencia política. Va a tener las narices de aparecer en la ONU haciendo uso de la impunidad que se le consiente. Está traicionando a las propias víctimas del holocausto al comportarse como sus victimarios. Putin y Netanyahu son el espejo en el que otros se miran, no quieren ser más demócratas para darnos más libertad, quieren ser temidos para perpetuarse. Mafalda ante la bola del mundo pregunta: ¿Y Dios habrá patentado esta idea del manicomio redondo?