Un día, con Trump llegó la posverdad y desde entonces ambos habitan entre nosotros. Su éxito fue tan evidente como descorazonador. La posverdad llegó a nosotros como un temporal de gota fría, tan amenazante como intenso. Blandiendo la espada de la posverdad Trump irrumpió en política con formas insultantes y desacomplejadas y sedujo a masas entusiastas para asombro del sentido común. Era el mundo político al revés. Mentir no penalizaba sobre todo si ratificaba el pensamiento de quien lo escuchaba que desdeñaba que la realidad lo desmintiera. Es como cuando ves una película, adivinas el truco para hacerte llorar, pero tú lloras y volverás a llorar siempre que veas esa película.
Así que pronto supimos que eso de la posverdad no era una sofisticada revolución del pensamiento sino que era un modo falsificado de convencer al público mintiendo con soltura sin reparo ni sonrojo. La posverdad se basa en ganar la fe de la gente alimentando con medias verdades la ceguera que define todo tipo fe. Tan claro fue el éxito que mientras Trump llegaba a la Casa Blanca, en 2016, el diccionario Oxford la consideró la palabra del año. Hasta nuestra Real Academia de la Lengua, tan lenta en incorporar los dichos de la calle, la incluyó en el diccionario en 2017. Posverdad: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
El brexit británico y la primera presidencia de Trump fueron el resultado de la posverdad. Si del primero hay una mayoría de arrepentidos, en EEUU están encantados de volver a hacer presidente al revolucionario del inmenso flequillo. Como todo cambia, también la posverdad ha quedado anticuada. Hoy sin complejos ni eufemismos lo que está de moda es la mentira cruda y transparente. Mentir con desparpajo te conecta con los defraudados de la política y la ineptitud de muchos que la ejercen. Trump ha ganado con rotundidad y, pese al entusiasmo de sus votantes, no llega para hacer grande a América como promete. Disfrutará de la adrenalina y la vanidad de su inmenso poder mientras protege sus empresas y la de sus amigos millonarios como Elon Musk. En esta nueva era del bulo y la manipulación infinita el éxito acompaña a los osados. En España, Trump tiene grandes imitadores que están crecidos ante la penosa gestión de la catástrofe de Valencia. Y es que la incompetencia demostrada por algunos genera indignación y amargura. Urge reconectar con quienes sienten que sus políticos les están fallando y eso sólo se logra aislando la mentira con humildad y eficacia. Tomo prestado del físico y profesor de teoría de los procesos irreversibles, Jorge Wagensberg, este aforismo: “Cualquier empresa humana tiene un cupo máximo de mediocres que puede soportar antes de entrar en colapso”.