Cuentan las leyendas de otros tiempos que al oráculo de Delfos acudían las gentes en busca de consejo. Su fama era tal que nadie acometía empresa alguna si sus augurios le eran desfavorables, ni siquiera los héroes o los reyes. Hoy en día se libran complejas batallas de comunicación para influir en la decisión de las gentes. Así que no es extraño que Mario Vargas Llosa, a quien el Nobel encumbró al Olimpo de los dioses, quiera señalarnos el camino a quienes no somos nadie. Quiere convencernos de que solo votando a quien él vota podremos salvarnos como nación. Este vaticinio se lo ha revelado la sabiduría que habita en él. Olvida el Nobel que Sócrates fue señalado por el oráculo como el hombre más sabio del planeta por reconocer que sólo sabía que no sabía nada. Parece cierto, aunque no lo diga la Sibila, que la Soberbia generalmente naufraga en la Estupidez y ni aun así algunos logran descubrir la Humildad.
Actuó el Nobel en la convención del PP y nos dejó atónitos. Verbalizó Vargas Llosa lo que las élites piensan desde que el sufragio universal fortaleció los pilares del sistema político llamado Democracia. Dijo que “lo importante de unas elecciones no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien”. En un hombre que maneja las palabras con destreza es raro que cometiera un error al elegirlas. Pensemos, por tanto, que le salieron del alma demostrando que hay quienes se llenan la boca hablando de Libertad pero no soportan la Igualdad que concede el derecho al voto universal. Nunca aceptaron algunos que su voto valga lo mismo que aquel a quien consideran ignorante o inferior, ya sea negro o blanco, hombre o mujer, católico o ateo, empresario u obrero. La igualdad duele todavía a quienes disfrazan sus palabras de cánticos a la democracia liberal mientras una pulsión interior de menosprecio los contradice.
No son una broma las palabras de Vargas Llosa por muy aplaudidas que fueran en la convención del PP. Sin libertad no hay ejercicio pleno de ningún derecho. Este importante escritor es el ejemplo de cómo los halagos aturden la inteligencia. Si sus apuestas literarias han sido certeras, las políticas solo cosechan fracasos. En el Perú perdió las elecciones a la presidencia frente a Fujimori. En España apostó primero por Rosa Díez, por Albert Rivera, después y ahora por Pablo Casado. Yo no digo nada salvo que en la vida existen los gafes. Avalado por Nicolás Sarkozy, el expresidente francés condenado por corrupción; por Vargas Llosa al que también persigue un lío fiscal y sintiendo en la nuca el aliento de Isabel Díaz Ayuso veo nubarrones en el horizonte. Yo que Casado consultaría al oráculo y buscaría el conjuro que evite que el destino le abra de par en par las puertas del olvido. Ni en el Olimpo caben más dioses ni en España caben más egos.