Presuntos Implicados cantaban «Ah! cómo hemos cambiado» pero hoy muchas cosas siguen igual. Quienes creían que sobones, acosadores y babosos, cuya repugnante conducta transita entre la violación y el abuso, eran una especie en extinción ya saben que no. Está demostrado que esos personajes habitan hoy tanto en la política como en la sociedad española. El problema pervive enquistado y oculto, soportado por las víctimas y encubierto por quienes lo ven pero callan. Ningún partido o institución con poder se libra de personajes que lo utilizan para someter, abusar o amedrentar a otras personas.
Es muy decepcionante comprobar que el PSOE, un partido que se define feminista, haya escogido a puteros y babosos como dirigentes. Recuerden a Ábalos: «soy feminista porque soy socialista». Es demoledor constatar la corrupción de las ideas y la hipocresía del comportamiento. Lo dijo la escritora Victoria Ocampo y después Rubalcaba: «Cuando no se tiene el coraje de vivir como se piensa, se termina por pensar como se vive». Por fortuna, muchas mujeres socialistas anónimas o conocidas, como Carmen Calvo o Adriana Lastra, están enfadadas y han exigido que, de una puñetera vez, coincida lo dicho con lo hecho. No caben medias tintas y las mujeres del PSOE reclaman la implicación de sus compañeros en esa lucha. ¡A ver si mejoran la selección de dirigentes! Por cierto, quienes se ríen y acusan al PSOE desde otros partidos, como PP y VOX, debieran dejar de aconsejar a las víctimas: «Aguanta, ya sabes cómo es».
Soy pesimista, la historia reciente nos cuenta que el signo de los tiempos no va por la exclusión política de estos acosadores. Durante años, las acusaciones de abusos e incluso violaciones a mujeres persiguieron a Donald Trump. Este nuevo emperador del mundo fue condenado por un Tribunal Federal a indemnizar con 83,3 millones de dólares a la escritora E. J. Carroll por abusos sexuales y difamación. Eso no evitó que millones de norteamericanos lo eligieran presidente un mes después. Él mismo se ha jactado de tocar el culo a muchas mujeres como algo divertido y sin importancia. Como Trump marca tendencia, ese es el ejemplo.
Hay cada vez más voces que proclaman que las feministas nos hemos pasado de rosca y que nuestras peticiones son exageradas y discriminatorias para los hombres. Tratan de crear una trinchera entre hombres y mujeres con argumentos semejantes a los que utilizan los supremacistas blancos en EEUU cuando se cuenta la historia desde el punto de vista de los negros esclavizados durante generaciones. Pretenden borrar una parte de la historia como si todos hubiéramos sido siempre iguales en un mundo feliz que nunca existió. Guardar silencio es encubrir y tolerar los abusos. Tras siglos de callar y aguantar ha llegado el tiempo de gritar, alto y claro, ¡basta ya!