Llevaba don Tancredo, más conocido como Mariano Rajoy, varios meses escondido detrás del burladero aunque algunos hace tiempo que le decían que los “tancredos” deben situarse en el centro de la plaza y rezar para que el toro no los vea, pero al menos, debían demostrar a la afición que tenían los arrestos suficientes para resistir la más que probable embestida del morlaco. Un intrépido le dijo: -Mira Mariano parapetarse y pasar tanto tiempo agazapado para que nadie te vea ni te pregunte nada, no sólo es síntoma indudable de cobardía sino que agachado tras las tablas además del riesgo de sufrir un crujido en los riñones, es imposible percibir las cornadas que la vida está dando cada día a tus compatriotas. Debes saber que en España, donde gobiernas, unos son desahuciados, otros estafados, en paro hay millones, los jóvenes camino de Alemania y engañados, todos. Es decir que los españolitos andan llenos de esparadrapos y suturas por toda la piel de toro y, por si faltara algo, con los recortes y privatizaciones que tú has decretado las urgencias están atascadas y los hospitales tienen tal lista de espera que aquí cualquier día se prepara la marimorena.
Así que Mariano reflexionó toda la Semana Santa en Doñana y, armándose de valor, dibujó un redondel, sin albero, en la sede central del PP y convocó a todos sus amigos dirigentes de todas las comunidades y pueblos de España. Aunque algunos faltaron a la cita, el graderío estaba a rebosar, todos se abrazaron y se sonrieron, aunque algunos la procesión la llevaban por dentro. Como se avecina cambio de gobierno y en este país sólo asciende el que más hace la pelota al jefe, los que tienen posibilidades y los que no, allí acudieron, por si las moscas, a rendir pleitesía al tambaleante líder que cada día tiene más posibilidades de caer víctima del fuego amigo que del ajeno. Incluso ante los suyos, el superlíder Rajoy leyó un discurso y soltó una profecía: en 2014 este país, herido de muerte, crecerá. No quedaron claras las razones mágicas por las que este acontecimiento ha de producirse ni tampoco hubo nadie que pidiera explicaciones a don Tancredo, ya que los allí reunidos viven de creerle a él y los periodistas tenían prohibida la entrada al coso taurino convertido provisionalmente en circo. Mariano recriminó la actitud de los ciudadanos que protestan en la calle contra los políticos porque atacan la democracia como si su chulería y su falta de respuestas no fueran en sí mismas una perversión del sistema democrático que obliga a rendir cuentas a los administrados. Como si fueran víctimas de la indignada ciudadanía pidió a su partido fortaleza, cierre de filas, tapar la basura y sobre todo unidad ante la adversidad. Tan cuidada puesta en escena es una indudable confesión de que en realidad es la lejanía de la realidad y la falta de sintonía social la que alimenta la desunión y la guerra de guerrillas dentro del partido del gobierno.
Para concluir el espectáculo don Mariano, haciendo gala de un patriotismo tan impostado como la falsa moneda, puso énfasis en negar que en España la corrupción sea un mal generalizado cuando bien sabemos que es precisamente esa enfermedad la que ha infectado la vida pública española y la que está haciendo tambalear los pilares de nuestro sistema político. A la salida del espectáculo desde Mallorca, el juez Castro (candidato a pasar de héroe a villano) puso la guinda en el pastel imputando a la infanta Cristina. La Corona ha mostrado su sorpresa, el gobierno ha alentado al Fiscal Anticorrupción a recurrir la medida y la mayoría de españoles no tiene dudas de que si la infanta no hubiera sido la esposa de Urdangarín, éste jamás hubiera conseguido tan cuantiosos contratos públicos. La noticia, para nuestro sonrojo, ha dado la vuelta al mundo. No me atrevo a anunciar profecías como Rajoy pero veo más probable que en España persistan nuestras desgracias a que se mantenga la imputación de la Infanta, aunque ¡ojalá me equivoque y todos seamos felices!