Miro a mi alrededor y nada ha cambiado. Mis amigos que están parados siguen sin encontrar trabajo, los autónomos con pequeñas negocios sólo aspiran a que alguien entre por la puerta a comprar algo y los abuelos ahorran de su exigua pensión para regalar a los nietos ropa y calzado. ¡Resistir hasta que escampe el temporal! esta es la sencilla esperanza en la que sobrevivimos. Por eso me pregunto: ¿qué ha pasado para que Mariano Rajoy, “el ausente” haya regresado a la actualidad para afirmar que “esto empieza a funcionar”. No hace ni diez días, el gobierno anunciaba la fatalidad de que hasta 2016 la economía no tenía visos de remontar ni el paro de descender. La conclusión ciudadana es sencilla: nos engañaron ayer, nos mienten hoy y nos torean siempre.
El ejército de indignados y defraudados es ya tan amplio que una gran mayoría se pregunta si realmente alguien en España o en Europa sabe hacía dónde vamos y mucho menos que pueda responder a cómo y cuándo saldremos de esta inmensa estafa que llaman crisis. ¿Sería usted capaz de enumerar a 1 o 2 líderes europeos que merezcan su confianza para sacarnos del atolladero? Si en cinco segundos no ha encontrado respuesta, no se preocupe, es lo normal. Si algo hay evidente en la Unión Europea es la creciente decepción ciudadana con el proyecto comunitario. Hemos percibido con nitidez que las decisiones se adoptan por procedimientos cada vez menos legitimados democráticamente y por tanto muy alejados del sentir mayoritario de la ciudadanía. La Europa social ha desaparecido, la austeridad excesiva no produce crecimiento ni riqueza para redistribuir. Si en España ha generado más de 6 millones de parados, en Alemania existen 1.300.000 trabajadores, a tiempo completo, que deben recurrir a subsidios sociales para sobrevivir dado el bajo nivel salarial. En Portugal e Italia, crece la miseria y en Grecia la tensión social no desciende.
Por si no fuera suficientemente desalentador este empobrecimiento generalizado de Europa y esta falta de horizontes solo produce desesperación y genera un ascenso de populismos y nacionalismos exacerbados que se traducen en un incremento de la ultraderecha y de los movimientos antieuropeos que radicalizan las posturas con enorme riesgo de la convivencia porque todos los fascismos se alimentan del odio al otro, al diferente, al extranjero, al que no cree en mi dios o al que tiene otro color de piel. Ahí están en Grecia campando a sus anchas los neonazis de Amanecer Dorado; en Hungría su líder Jobbik capitanea la lucha racial; en Inglaterra en las elecciones municipales crece como la espuma el partido antieuropeo de Niger Farage, UKIP; en Francia, Marine Le Pen, ya aglutina una intención de voto en torno al 21%; en Alemania están juzgando a neonazis mientras se organizan los eurocríticos para competir con Merkel y en España, soterradamente comienza a organizarse, discreta pero inexorablemente la ultraderecha conectada a grupos neonazis. Estos partidos dicen luchar contra el establishment y se alimentan de la decepción con los partidos tradicionales que han traicionado a sus electorados, pero es el fascismo que vuelve.
Este es el nuevo peligro que acecha a Europa por la incapacidad de los líderes europeos de buscar una salida conjunta a la crisis económica y social, de frenar la corrupción y de regenerar el propio sistema. Si todo continúa por estos derroteros estaremos ante una nueva crisis, la de la convivencia. Pero la dirigencia europea, sólo preocupada por conservar sus sillones, no tomará medidas hasta que el monstruo nos coma por los pies. Ya sabemos que el mal no descansa nunca y que se nutre y engorda del silencio y la resignación de la buena gente a la que tienen entretenida luchando por llegar a fin de mes. ¿Quién nos protege del malvado Sauron? Presiento que nadie.