Que casi 100.000 compatriotas abandonen la interminable lista del paro es, sin lugar a dudas, una buena noticia, sobre todo para los que han encontrado una esperanza. Aunque si nos alejamos del repique general de campanas que ha hecho el gobierno y tenemos en cuenta el factor de estacionalidad del dato, la mayoría se pregunta: ¿cuánto durará la alegría en la casa del pobre?, porque en materia de empleo somos hoy pobres de solemnidad. Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas lo único que crece mes a mes es el estado general de depresión y desánimo en el que viven los españoles. Un 42% creen que dentro de un año la situación económica estará peor y un 35% creen que estará igual, es decir, que más de tres cuartas partes de la población ni ven brotes verdes ni los esperan. Nos han mentido tantas veces y de tan variadas maneras, que resulta difícil creer hasta no ver resultados.
Los datos han venido precedidos de otro exceso verbal del diputado popular González Pons afirmando que “no podemos decir que trabajar en la UE es trabajar en el extranjero” y lo hacía al mismo tiempo que el primer ministro italiano Enrico Letta pedía perdón a los jóvenes que parten de Italia, empujados por el ciclón destructor de la crisis, al afirmar que es necesario dar alguna razón a los jóvenes para quedarse en su país porque esa es la mayor deuda que está contrayendo Italia, además de ser “un error imperdonable”. Ya ven ustedes, lo contrario que en España. Aquí el gobierno considera que persistir en el error y negar los fracasos consigue evitar sus desastrosas consecuencias. Los mundos de Yupi o Alicia en el país de las Maravillas: la realidad no existe si no la miro porque así ella tampoco me ve. Con estos fuegos de artificio, el presidente Rajoy se ha ido a Europa a darse aires de líder resolutivo codeándose con los superjefes. Como es fin de curso y a la espera de que le pongan deberes para el verano, lleva el buen dato de paro de mayo pero muchos ven difícil superar los exámenes de septiembre. Sus propuestas mágicas son la promoción de un plan de empleo juvenil con el apoyo de Francia, aunque nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste este nuevo bálsamo. Se desconoce quién contratará a los jóvenes si no hay crecimiento económico teniendo a las pequeñas empresas y a los autónomos que no aguantan un minuto más la sequía de crédito que está estrangulando incluso los negocios rentables que sostienen todavía una parte del empleo de este país.
Resulta alarmante conocer que los créditos a empresas del Instituto de Crédito Oficial (ICO) han caído en el primer trimestre de este año un 70% respecto al mismo periodo de 2012. ¿Cuál es la razón?, que se comercializan a través de la banca privada en condiciones casi imposibles para los pequeños empresarios. En Alemania las empresas pagan créditos al 5% y en España al 9% y así no hay quien levante cabeza. La crisis de la deuda soberana potencia su economía y hunde la nuestra. Alemania ante el descrédito que está sufriendo en los países del sur de Europa y ante las voces de alarma de su propio estancamiento, se ha visto obligada a prometer una línea de crédito de 1.000 millones de euros para pymes españolas que ha puesto tan contento al gobierno español, tan propenso a aceptar limosnas y a vender humo. Miren, los créditos del ICO en el primer trimestre ascendieron1.539 millones de euros, frente a los 5.105 millones de los tres primeros meses del año anterior. Es decir, que el problema no es publicitar la línea de crédito a bombo y platillo en la tele sino hacer que llegue de verdad a las pymes en condiciones ventajosas y sin tener que pagar un tributo de pleitesía y de dependencia vergonzoso a Alemania, como si fuera nuestra salvadora como cuando los americanos nos enviaron la leche en polvo. Así que lo que necesita España es que fluya el crédito y florezca el sentido común ahora que mengua la inteligencia de nuestros dirigentes y lo único que crece es la incertidumbre.