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Entre visillos

La corte de los milagros

          “No vean fantasmas volando”, ha declarado solemnemente en el Congreso de los Diputados nuestro ingenioso ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. No señor ministro, no se preocupe que los españoles no tenemos que estimular nuestra imaginación para encontrar espíritus, sino que éstos salen habitualmente en el telediario dirigiéndose a nosotros como si fuéramos simplemente estúpidos. Las peregrinas explicaciones escuchadas hasta ahora achacando a un error administrativo el contenido de un informe de la Agencia Tributaria sobre la supuesta venta de bienes de la infanta Cristina de Borbón sólo pueden comprenderse si quienes han elegido esa excusa consideran que los ciudadanos somos tontos de baba.

          Yo me pregunto, en un asunto de tanta trascendencia mediática como es el caso Noos que ha herido de muerte a la institución monárquica en nuestro país, ¿resulta creíble que el juez que instruye el caso pida una información a la Agencia Tributaria y le envíen un listado de propiedades supuestamente vendidas por una infanta de España sin haber realizado ningún tipo de comprobación? ¿Es verosímil que, en un asunto en el que la hija del Rey ha resultado imputada y desimputada horas más tarde, nadie haya tenido el celo profesional de corroborar que la información que se remite al juez para que compruebe la posible comisión de un delito fiscal es ajustada a la realidad? Yo no me lo puedo creer y por ello considero que aquí hay una intencionalidad que no nos cuentan porque una vez más quieren engañarnos.

           Es indudable que el gobierno ha puesto todo su celo y todos los resortes del estado a disposición de la Casa Real para salvar la imagen de la infanta Cristina y por ende de la monarquía. Por ello, cabe preguntarse si no estarán tratando de desacreditar la propia instrucción del caso por parte del juez Castro, con el fin de hacernos creer que todas las sospechas que se ciernen sobre Cristina de Borbón son fruto de la mala fe o de errores de bulto de los que está siendo víctima sólo por ser quién es, cuando es indudable que su marido, con su consentimiento, obtenía prebendas millonarias sólo por ese motivo y no por ser más inteligente que usted. El problema es que utilizar de forma tan zafia el ministerio de Hacienda tiene consecuencias y en este caso los daños colaterales han sido evidentes. La Agencia Tributaria ha quedado públicamente ridiculizada en plena campaña de declaración de la renta y el ministro en vez de estar preocupado y esmerarse en dar explicaciones convincentes, simplemente ha escenificado una de sus habituales charlotadas además de dejar claro que él utiliza los datos, cuya confidencialidad debiera custodiar, a su antojo. Pero no se preocupen, que dimitir no va a dimitir nadie. Tampoco ha dimitido Montoro tras hacer una amnistía fiscal que se ha demostrado que fue concebida para salvar a algunos de los amigos del poder, en un país en el que, al parecer, se investiga sólo a quienes señala el dedo acusatorio de Montoro y no a todos los defraudadores, en un descarado uso del poder al servicio de intereses espurios.

          En definitiva que este ministro tan lenguaraz en otros casos ha guardado silencio hasta que le han sacado los colores y lo que nos ha contado es, ni más ni menos, un nuevo cuento chino del señor Montoro. El problema es que se ha puesto en la picota a una de las instituciones que todavía no había quedado desprestigiada por esta ola de corrupción económica, política e institucional que padece este país que cada día se parece más al de la Corte de los Milagros. Ya saben, allí los ciegos y los cojos que pedían limosna de día por la noche corrían, bebían y bailaban en una milagrosa curación. De igual manera, en nuestra querida España los pillos, defraudadores, caraduras, embusteros y sinvergüenzas se sientan a diario en los confortables sillones que decoran los aledaños de las más altas instituciones de Estado. Ver para creer.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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