Cuentan que en el país de Jauja es tal la abundancia, el derroche y la ostentación que los perros se atan con longanizas y parece ser que en ese país creían que vivían los dirigentes del PP que ahora desfilan por la Audiencia Nacional. Ninguno sabía nada de lo que pasaba dentro de su partido ni conocían si el dinero que financiaba todas sus actividades, viajes y sobresueldos, caía del cielo “como en todas partes”, como dijo Rajoy en sede parlamentaria, o si por el contrario provenía de una inmensa y pestilente cloaca construida sobre el fraude en el cumplimiento de la legislación de contratos de las administraciones públicas y de la ley de financiación de los partidos políticos. Ellos jamás observaron nada raro y como el dinero no se obtenía con el sudor de su frente nunca supieron lo que había que hacer para pagar su estupendo tren de vida. Les pasa a los dirigentes del PP lo mismo que a los miembros de los consejos de administración de las cajas de Ahorro, saqueadas y quebradas por ellos mismos, que tampoco sabían nada de nada de las cuentas de la entidad financiera que gobernaban, salvo cobrar a fin de mes mientras vivían a todo tren en el país de Jauja.
La secretaria general del PP ha declarado, igual que Alvárez Cascos y Arenas, que a ella nada le consta de contabilidades en B ni de sobresueldos ni cosas raras. Pero además ha confesado al juez que, tras ser Bárcenas imputado en la trama Gürtel, la decisión de ponerle un sueldo de 18.000 € al mes, es decir 3.000.000 de las antiguas pesetas, más chófer, secretaria y despacho fue cosa del actual presidente del gobierno y de Javier Arenas. De este modo Cospedal se ha sacudido el muerto de encima y le ha echado toda la porquería encima a Mariano Rajoy. Ya saben ustedes que sólo en el país de Jauja se cobran 18.000 machacantes al mes por no hacer nada pero, en cualquier otro país, todo el mundo se percataría de que sólo puede pagarse ese salario a cambio de algo: es el precio del silencio. Si según dice el PP, Bárcenas está intentando chantajear a Rajoy, todo indica que hay motivos para ello, ya que cuando las cosas se construyen sobre una mentira cada vez hay que taparla con otra más gorda hasta que al final el globo hace pim, pam, pum y explota.
Ya sabemos que Bárcenas es un presunto culpable y un indudable sinvergüenza pero él solito no ha construido el estercolero sobre el que ha crecido el PP en los últimos años. Por tanto, si colaboraron con él deben dimitir ya, al margen de las responsabilidades judiciales que les imputen los tribunales, y si no advirtieron ni supieron lo que estaba ocurriendo en su propia casa, deben dimitir también, por incompetentes, porque las responsabilidades se adquieren tanto por acción como por omisión. Pensemos, ¿si no fueron capaces de oler la basura que tenían tan cerca, cómo nos van a proteger de tantos riesgos e incertidumbres como aquejan a España? Si los españoles dan más crédito a las palabras del presunto delincuente que a las del presidente es porque las peregrinas explicaciones dadas ni son creíbles ni resultan probables a la vista de los acontecimientos.
Ya se sabe que los truenos siempre anuncian tormentas y una gorda se presagia dentro del PP. Las palabras de Cospedal poniendo el foco del pacto con Bárcenas en Rajoy anuncian cuchillos para la sucesión. Si Arenas y Alvárez Cascos, otrora todopoderosos secretarios generales del PP, son dos cadáveres políticos, Mariano Rajoy también. Sólo falta que él mismo se dé cuenta. Cospedal ya lo sabe y ha actuado en consecuencia. A nosotros, ciudadanos de a pie, sólo nos queda exigir que va siendo hora de que en este país, el que la hace la paga, porque España no puede ser el país de Jauja que engorda a una pandilla de vividores y condena a pasar estrecheces a la inmensa mayoría de los españoles.