Hacer las maletas y salir corriendo de España, este es el futuro que se plantean muchos científicos españoles en estos momentos. Este viejo país que padece un secular atraso científico-tecnológico lleva camino de repetir los errores del pasado por la falta de perspectiva de unos gobernantes miopes para anticiparse al futuro. Durante los últimos años la democratización del acceso a la educación ha permitido formar unas generaciones de científicos y de investigadores de primera línea. El Estado ha invertido en ellos y ahora que podría obtener los frutos ha decidido estrangular la investigación pública, cerrando el grifo a fundaciones y centros de investigación y está a punto de liquidar el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
A finales de junio cientos de científicos denunciaron en las calles la catástrofe que supone para un país perder a su mejores investigadores que se ven obligados a irse a EEUU, Francia, Alemania o cualquier otro lugar donde se valore la ciencia más que las tontadas inauguradas a bombo y platillo. Hemos derrochado millones en construir aeropuertos sin aviones, autopistas sin tráfico, edificios singulares que no albergan nada en su interior, televisiones ruinosas pero al servicio del poder y en pagar dinerales a asesores de políticos que no son expertos en nada salvo en hacer la pelota al jefe, pero no ha habido dinero para lo importante. Los científicos investigando remedios para el cáncer o el alzhéimer, inventando nuevos avances tecnológicos que incrementen las patentes nacionales, biólogos, astrofísicos, ingenieros nucleares, físicos, informáticos todos ellos se ven impelidos a dejar España y poner su talento al servicio de la industria del resto del mundo.
Los discursos de los líderes políticos introducen siempre palabras grandilocuentes sobre la necesidad de impulsar la I+D+I, es decir, la investigación, el desarrollo y la innovación. Pero todo ello, es como casi siempre, un adorno para aparentar estar enterado de las nuevas tendencias mundiales. Todo es una hueca promesa. Los denominados expertos económicos llevan tiempo hablando de la necesidad de cambiar nuestro sistema productivo, hasta hoy basado en la construcción y la especulación inmobiliaria, que ha lastrado nuestra economía y herido de muerte a nuestro sistema financiero. Creo que la investigación en sectores estratégicos, la mejora tecnológica, el incremento de patentes puede, en el medio y largo plazo, facilitar un pulmón de oxígeno y unas nuevas bases a la industria española. Pero no, vivimos mirando el corto plazo y mientras perdemos un tiempo que vale más que el oro, nuestros científicos se ven obligados a abandonar España y a poner su talento al servicio de otros países que los acogen con los brazos abiertos porque ya sabemos que la investigación y la patente es de quien la paga y las plusvalías las obtiene el que las vende.
Estos días una joven astrofísica que se va a trabajar a la NASA ha reprochado al presidente Mariano Rajoy, que el gobierno diga que sigue “apostando por la I+D”. La científica que hace las maletas afirma, con ironía, que deduce “que esa apuesta fue hecha en Eurovegas y perdimos”. Efectivamente la comunidad científica ha perdido la esperanza y España está perdiendo el tren del futuro. Pero esto no le importa a nadie. La única apuesta de futuro del gobierno es que todos seamos camareros y croupiers de los casinos y garitos de Eurovegas. Pronto veremos anuncios que digan: “cambio doctorado en biología molecular por el de especialista en póker”, “canjeo máster en nanotecnología por oficial de ruleta”, “máster en astrofísica por experto en black jack”. ¡Así va España! En los toros al comenzar la corrida los diestros se saludan y exclaman: ¡Que Dios reparta suerte! Yo le pido que reparta inteligencia y sentido común entre los gobernantes para impedir que de España siga huyendo todo nuestro talento.