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Entre visillos

Segundo aviso

Algunos miran al horizonte y confunden la puesta de sol con el amanecer sin darse cuenta de que están atrapados por la anochecida. Digamos que algo así les sucede a muchos líderes políticos. En las últimas elecciones el PP ha perdido más de 2,5 millones de votos y el PSOE, más de 700.000. Estas son las cifras que cada cual analiza cómo le conviene. Que el PP conserva todavía una alta fidelidad entre sus tradicionales votantes es algo innegable, aunque sorprendente con la que viene cayendo, pero el resultado electoral anuncia más un crepúsculo que un renacimiento. Muchos presuntos dioses/diosas han sido derrotados en esta contienda, primer hito de un espectáculo en diferido. Quien mejor ha definido el espectáculo de esta sorprendente primavera ha sido Rita Barberá: -¡Qué hostia… que hostia!, exclamó en la noche de autos, seguramente una locuacidad verbal fruto del caloret que le produjo el escrutinio electoral.
Si nos asomamos a la barandilla del espectáculo veremos que, en el fondo de la sima, han quedado a los pies de los caballos varios iconos de los últimos tiempos. Además de Rita o Maria Dolores de Cospedal se lamen las heridas muchos alcaldes que habían disfrutado de reiteradas mayorías absolutas y que ahora se ven en la oposición o teniendo que pactar con esos locos bajitos que se han postulado por primera vez desde los partidos emergentes. Son inexpertos, pero la mayoría gozan de una lozanía de la que ellos carecen tras dos décadas de gobierno. Son, sin embargo, los novatos los que pueden permitirles llegar al cargo con condiciones pintorescas o bien relevarlos como todo indica que va a ocurrir en Madrid.
Diga lo que diga Esperanza Aguirre, aunque ella no gobierne, volverá a salir el sol cada mañana. Esta señora bien merece un estudio específico de cómo desde la soberbia puede aterrizarse en el ridículo. Vive atrapada en sus propias extravagancias sin advertir que el renacimiento del ave fénix es sólo un mito y ella no parece que pueda contribuir a regenerar la política simulando que ha estado nadando en la ciénaga de la corrupción sin mancharse. Ella, como el presidente riojano, se ha pasado veinte años dando consejos a todos, menospreciando tanto a los de su propia casa como a sus adversarios políticos y, al fin y a la postre, han sido incapaces de relevarse a sí mismos con la generosidad de quien debiera saber de la provisionalidad del poder. Como escribe León Felipe,  en la política debiera estarse de paso, con la maleta preparada: “ser en la vida romero, romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos”, para concluir que, “no sabiendo los oficios los haremos con respeto”. Efectivamente, como señala el poeta, la rutina termina por deteriorar el ejercicio del oficio, en este caso, de una tarea que requiere de un altruismo y una entrega que la costumbre y la vanidad de creerse predestinado para ese cargo, adormecen. Pocos tienen la humildad suficiente para advertir cuándo son más una rémora que un beneficio para su propia organización. En realidad en eso consiste la grandeza de los líderes de verdad, en esa sencillez de la que en la actualidad carecen la mayoría porque se creen tocados por el dedo divino y no ven la realidad que acontece a su alrededor.
Digamos que esto le está pasando a Mariano Rajoy y así se lo ha hecho saber Juan Vicente Herrera. El hasta ahora presidente de Castilla-León le ha dado el mejor consejo: que se mire en el espejo. Muchos han recibido el mensaje claro y nítido del electorado, como consecuencia de ello han anunciado su marcha. Rajoy desde su indolencia, sus frases hechas (que son obviedades cada día pronunciadas con menos talento) y su distancia de la realidad que viven los españoles está llevando a su partido al borde del precipicio. Es libre de dirigirlo hacia la hecatombe e igualmente libre es el electorado que, movilizado y expectante, aguarda y analiza el comportamiento de unos y de otros. Tras las elecciones europeas éste ha sido el segundo aviso. Reflexionen ustedes que el pueblo soberano espera a noviembre para pronunciar su última palabra.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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