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Entre visillos

Que corra el agua

El agua que no se agita, se corrompe. Por eso es preciso dejar correr el agua. Las últimas elecciones municipales y autonómicas dieron un triunfo aparente al PP en muchos lugares, pero no nos engañemos, tan legítimo es dejar gobernar a la lista más votada como establecer coaliciones. No es bueno tirarse de los pelos ni por lo uno ni por lo otro. Rita Barberá ha dejado de ser alcaldesa de Valencia porque el resto de partidos se han coaligado, aunque es bueno recordar que en 1991 se hizo con la vara de mando sin haber sido la lista más votada. Es un ejemplo, pero hay cientos. Por eso, en estos momentos, es bueno solicitar un poco de sosiego a quienes parecen haber enloquecido por la pérdida de sus gobiernos.

Lo cierto es que un elevado número de políticos, algunos con muchos trienios en el desempeño del cargo, han sido desalojados del poder: Rita Barberá y Fabra en Valencia, Luisa Fernanda Rudí en Aragón, Bauzá en Baleares, León de la Riva (un machista contumaz) en Valladolid, Dolores de Cospedal… El último ha sido el presidente riojano, Pedro Sanz, que parecía eterno y que se ha visto obligado a renunciar a su trono instalado en el Espolón logroñés muy cerca del general Espartero a caballo. Es innegable que ha quedado descabalgado y como San Pablo, cuando cayó de su montura en su camino hacia Damasco, ha visto que la realidad se transformaba ante sus ojos y que el poder se le escapaba aun reteniéndolo para su partido. Hay victorias amargas y batallas perdidas y ésta lo ha sido. Sanz, tras reconocer algo que ya sabíamos, que no es un hombre hecho para el diálogo sino para el rodillo y el martillo pilón, se ha visto obligado a dirigirse mohíno y cabizbajo hacia el Senado, un destino tranquilo y sosegado cuya utilidad es hoy totalmente desconocida. Es cierto que conserva el mando a distancia, pero ya veremos cuánto le duran las pilas del control remoto del poder que ha delegado forzado por un resultado electoral que no acepta.

Mientras Sanz y sus compañeros admiten la realidad y el nuevo mapa político, convendrán conmigo que este año 2015 se vaticinaban novedades, algunas radicales como consecuencia del hartazgo de los ciudadanos y es evidente que han llegado. Se están iniciando transformaciones en la implicación política de los ciudadanos y en su nivel de exigencia y, como ocurre en los cambios de ciclo, los puntos de vista difieren. Las mudanzas avivan el miedo a lo desconocido en algunos y, en otros, alimentan la esperanza. Sorprende sin embargo la virulencia y las presiones que están teniendo los regidores recién llegados. La polémica surgida en torno a los chistes del concejal del Ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata, es el mejor ejemplo para analizar el estado de crispación que se pretende crear. No les oculto que sus chistes no sólo me parecen repulsivos, sino impropios de cualquier persona que ostente dos dedos de frente. Zoquetes los hay en todos los partidos y en todas las organizaciones humanas, alejarlos de la cosa pública es una meta a conseguir entre todos.

Dicho lo cual, convendrán conmigo que muchos de los que se han escandalizado por este hecho nunca fueron sensibles a los desprecios a otras víctimas, ni jamás pidieron dimisiones por saquear las cajas de ahorro desde gobiernos autonómicos; por forrarse con comisiones ilegales, ERES o cursos de formación; por mejorar su nivel de vida con sobresueldos o tarjetas en dinero negro; por tener cuentas ilegales en Suiza o en otros paraísos fiscales ni por tantas tropelías que llevamos soportando. Debiéramos tener la misma vara de medir para todos, ese sería un buen punto de partida. Aquellos que piensan que son los otros quienes deben cambiar quizás debieran empezar por cambiarse a sí mismos no tolerando la indignidad de las conductas de los suyos. A lo mejor, si todos comienzan dando ejemplo con el comportamiento propio consiguen que este país mejore para el bien de todos. Mientras, sería bueno que algunos se tomen una tila y dejen que corra el agua.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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