A veces sus señorías nos sorprenden y en este verano de calores fluctuantes han conseguido abrumarnos con una actividad frenética en el Congreso de los Diputados. Seguramente quieren que olvidemos esos pantallazos de televisión con el hemiciclo vacío. En este caso el asombro es inmenso porque se han reunido para aprobar el tercer rescate a Grecia. ¿Es esto raro?, pues yo diría que extrañísimo por lo inhabitual, ya que el gobierno de Rajoy se negó a debatir en el Congreso el rescate a la banca española que, además de costar una barbaridad de miles de millones, ha supuesto una poda salvaje a nuestros derechos, a los servicios públicos y a nuestra dignidad como ciudadanos. Por tanto, si el gobierno ha querido ir al Parlamento es porque este debate forma parte de la campaña electoral ya iniciada.
El objetivo de este cónclave veraniego no era aunar posturas sobre la contribución española al rescate de Grecia sino amplificar el mensaje sobre lo que puede ocurrirle a España si abandona la senda de la cordura y sus ciudadanos en vez de seguir votando a Rajoy y sus muchachos, deciden votar a otros. Nos ponen ante el espejo griego, a cuyo gobierno han pasado por el barro antes de hacerle pasar por el aro. Tomen ustedes nota, nos han dicho, sepan quien manda en Europa y, ni en sueños, se les ocurra pensar que lo hace el pueblo soberano.
Mientras esto ocurre el gobierno de Syriza, siguiendo el mandato de Bruselas para el tercer rescate, acaba de adjudicar la gestión de 14 aeropuertos, entre ellos los más turísticos Mykonos, Rodas, Santorini y Tesalónica, a la sociedad alemana Fraport AG, que gestiona el de Francfort, por 40 años y un importe de 1.234 millones de euros. Sin olvidar que, como ha hecho público recientemente el Instituto alemán para la Investigación Económica de Halle (IWH), Alemania habría ahorrado desde 2010 más de 100.000 millones de euros (más del 3% del PIB) por la caída de la rentabilidad de los bonos alemanes, algo que está directamente relacionado con la crisis griega. Ya saben que siempre hay quien gana con la desgracia ajena y casi siempre son los mismos. Antes se invadían los países con tropas ahora se colonizan sus economías y se sustrae su libertad esclavizando a sus pueblos. Aunque Alemania no es la única responsable de la deriva que está tomando Europa sino de aquellos que, obedientes y silentes, acatan directrices contrarias muchas al bienestar comunitario de sus pueblos y del conjunto de la Unión Europea que está sumida en una crisis política y de valores más profunda de lo que parece.
Respecto a lo que se avecina en España, el ministro de Exteriores, siempre tan locuaz, ya ha lanzado su predicción para “acongojar” al personal. “Un pacto entre PSOE y Podemos sería una catástrofe de dimensiones bíblicas”, ha declarado. Es decir, que si las plagas de Egipto ya han asolado España, a costa de nuestra sangre (no olviden que en la primera plaga el agua se convirtió en sangre), si hemos soportado la de las ranas, la de los mosquitos y la de langosta, en forma de paro, corrupción y rebajas salariales, ya sólo nos falta que se nos anuncie la llegada del Anticristo que, según la hipótesis de García Margallo, tiene rostro de Pablo Iglesias, cuerpo de Pedro Sánchez y, a lo mejor, manos de Alberto Garzón. No descarten que la piel de toro se abra de cuajo y el terremoto sepulte a España en la lava de un nuevo volcán, vade retro Satanás.
En fin, que se anuncian tiempos de exageraciones sin cuento. El populismo, según el PP, es una enfermedad contagiosa. No debe serlo prometer tres millones y medio de empleos, un millón de empresarios nuevos y una bajada de impuestos en la anterior campaña electoral. Como la palabra populismo no está en el diccionario de la Real Academia debe ser que cada cual la interpreta como quiere. De lo que no hay duda es que mentir es hoy en día una moda muy popular.