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Entre visillos

Algo nuestro se quema

           Todavía no nos habíamos repuesto de las estériles polémicas sobre los reyes y las reinas magas cuando, en el tiempo de descuento, en Cataluña, nos nació un presidente, tras el suicidio involuntario, aunque inducido, de Mas. El acuerdo con la CUP se fraguó in extremis porque ambas partes pensaron que era mejor pájaro en mano que ciento volando. El miedo al retroceso electoral ha permitido un acuerdo sorprendente, sobre todo para los votantes de la formación anticapitalista. La justificación de que han lanzado a Mas a la papelera de la historia no parece razón suficiente para investir a un actor secundario, que simboliza lo mismo que Mas. Al fin y al cabo la corrupción de los gobiernos sucesivos del partido de Jordi Pujol y Artur Mas suponen la mayor traición jamás perpetrada al pueblo catalán. Pese a todo, la denominada desconexión con España me sigue pareciendo tan irreal y distante como el sueño infantil de abrazar la luna para regalarla. Artur Mas lo sabe y ahí les ha dejado el lío, confiamos en que nadie se cortocircuite con el calambrazo de una desconexión unilateral.

            La otra sorpresa de la semana nos la ha proporcionado la abogada del Estado, Dolores Ripoll que, en su intervención en el caso Noos, mientras ejercía una apasionada defensa exculpatoria de la infanta Cristina de Borbón ha enviado también a la papelera de la historia nuestro sagrado mito de que Hacienda somos todos. Tras años de pedagogía democrática para hacernos comprender el artículo 31 de nuestra Constitución, nos enteramos de que solamente somos Hacienda los imbéciles que a través de nuestras nóminas financiamos la sanidad, la educación y tantos servicios que nos son imprescindibles. Lo demás es publicidad engañosa como la de las cremas rejuvenecedoras o las dietas milagro. Realmente decepcionante esta confesión realizada desde el corazón del propio Estado. Esta bromita insultante a nuestra inteligencia me ha recordado otro viejo eslogan gubernamental, convertido en chiste por la sabiduría popular: “cuando un monte se quema, algo suyo se quema…, señor conde”.

          Y es que, con unas cosas y otras, nos han robado la esperanza y han quemado nuestra confianza y claro la cosa no está ni para llamar a los bomberos. Ya ven ustedes, si nos parecía un escándalo que el partido que fundó Pujol y ha dinamitado Artur Mas, tuviera 15 sedes embargadas por el “caso Palau”, ahora han sido detenidos dos altos mandos de los bomberos de la Generalitat y un exalto cargo de la Conselleria d’Interior por su presunta participación en una trama de contratación fraudulenta de aviones para la extinción de incendios a cambio de sobornos. Es lo que tienen años de impunidad en la comisión de delitos. Si no se da ejemplo desde arriba todo el mundo se cree con derecho a repartirse el pastel, es decir, nuestro pastel: el de la buena gente que cree que Hacienda somos todos y todavía soñamos con el bien común.

         Mientras este nuevo incendio prendía en Cataluña, se constituían la nuevas Cortes. Hay que reconocer que la del Congreso ha tenido un colorido especial. Tanta gente nueva en el hemiciclo augura un período que no será largo pero si de emociones intensas. El nuevo presidente Patxi López  debe contribuir a dinamizar una institución que había languidecido con la aplastante mayoría del PP en la pasada legislatura. No me cabe duda de que este período va a estar más al hilo de la calle. No obstante, confieso que me ha sorprendido la enorme repercusión mediática que ha tenido el hecho de que la diputada Carolina Bescansa haya acudido con su niño en contraposición con el escándalo que supone la toma de posesión del diputado comisionista Gómez de la Serna y que casi ha pasado desapercibida. En este país hacemos un mundo de una anécdota y olvidamos lo esencial. Está claro que nos encanta avivar hogueras más que apagar incendios, a lo mejor por eso además de incrédulos estamos tan quemados.     

             

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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