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Entre visillos

Tiempos de caloret

El paisaje nacional está, hoy por hoy, teñido de decepciones y esperanzas, de intuiciones y ninguna certeza. La temperatura de las mesas de negociación sube y baja como el tiempo, tan pronto parece invierno como primavera. Aunque como diría Rita, son tiempos de “caloret”. Ciudadanos y PSOE acaban de anunciar un pacto, es el primer acuerdo entre partidos desde que votamos por Navidad. A continuación, Podemos, Compromís e IU se han levantado de la mesa de negociación paralela. Nadie da un euro por el éxito de la investidura pero, ¿qué pasará en los dos meses siguientes antes de la convocatoria electoral?, ¿cuántas veces lo improbable se ha tornado posible y lo previsible inalcanzable?

Los partidos, nuevos y viejos, no deben olvidar que los protagonistas de la democracia son los ciudadanos y que esto es lo que soberanamente han decidido. Es decir, que el cesto hay que hacerlo con los mimbres que el resultado electoral ha puesto a disposición de quienes tienen la obligación de articular la sociedad y de interpretar a los votantes. Muchos hablan ya de nuevas elecciones, pero no tengo tan claro que esa sea la única posibilidad, en todo caso, es la última y no está claro a quién beneficia. En realidad, nadie sabe nada y esa espiral de miedo es la que puede abrir de nuevo las puertas de la negociación si fracasa la primera investidura. Está claro que ninguno está diciendo toda la verdad sino la que conviene en su estrategia. Los votos no son patrimonio de nadie, son tan libres que pueden cambiar del modo que nadie piensa. ¿A qué arriesgarse? Hay mucha volatilidad y se masca la decepción en las calles. A nadie se le escapa que los acuerdos nacen de las renuncias a programas máximos, es la forma de avanzar sincronizadamente con lo que une. Hay muchas cosas en las que están de acuerdo una amplia mayoría de ciudadanos españoles, por ejemplo las que tienen que ver con la regeneración democrática, con la preservación de los derechos sociales, con el refuerzo de las libertades civiles y con la protección de la sanidad, la educación y la atención a dependientes. Esos son los senderos del acuerdo: satisfacer aspiraciones colectivas irrenunciables. Si quedan dosis de sentido común en las cúpulas de los partidos puede que haya gobierno, pero puede… que no.

El que con más claridad apuesta por el fracaso es Mariano Rajoy, tras renunciar al encargo de Felipe VI para formar gobierno, en una actitud incompresible y decepcionante para sus votantes, se frota ahora las manos ante un posible fracaso, lo que le aterra es que Pedro Sánchez (que se ha consolidado) lo consiga, porque entonces él tendrá que irse al registro de la propiedad de Santa Pola. Su tiempo es el pasado.

Los últimos días han sido tormentosos en el PP, por eso no es de extrañar que el ministro del Interior, el lenguaraz Jorge Fernández Díaz, diga que ve una mano negra en la explosión de los últimos casos de corrupción en el PP, poniendo en entredicho la labor de los jueces y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Este es un desatino más del ministro y de su ángel de la guarda, Marcelo, que le ayuda, según cuenta, a aparcar el coche. Desde luego es más alarmante esa postura cínica de Fernández Díaz que el hecho de que, con sorna, muchos duden de la existencia del tal Marcelo. Que en el PP anden desolados, me conmueve. Dicen que están hartos. Yo pienso que de ser cierto, debieran imaginar cómo estamos el pueblo llano que llevamos años viendo, claro y meridiano, lo que ellos negaban y todavía niegan. Ya ven, se acerca la época del “caloret” valenciano y su fallera mayor, Rita Barberá, va camino de quemarse en el Tribunal Supremo. Los días de vino y rosas, de paseos en descapotables junto a Francisco Camps, han terminado. Ahora es tiempo de llanto y de rechinar de dientes. Los lamentos llegan tarde. Rajoy pide calma, al fin y al cabo, él no está en mejor situación y lleva demasiado tiempo sorteando la tragedia como el torero la embestida del toro. Sólo hay una diferencia, a uno le gritan “olés” y otros debieran abandonar el ruedo antes de que los expulsen los abucheos. En fin, ¿quién sabe ná?

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María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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