«Los jóvenes lo tenéis más fácil que nosotros». ¿Cuántas veces hemos escuchado los jóvenes esta manida reflexión de boca de nuestros progenitores? Muchas, seguro. Pero no, eso no es así. Es cierto que no hemos vivido una guerra civil ni la hambruna de posguerra. Pero esto tampoco es Jauja, oiga.
Para empezar, pocos contamos -vean que me incluyo- con un trabajo estable que se ajusta a la cualificación académica. Algo que antes no ocurría, principalmente, porque no existía la masificación universitaria y la afluencia de licenciados que se derivan al mercado laboral.
Otro de los incombustibles escollos es el de la independencia del hogar familiar. El otro día anduve echando cuentas y, digan lo que digan nuestros mayores, no es fácil. Me explico: calculadora en mano, hace 25 años una vivienda de 120 metros cuadrados suponía una cantidad que se ha multiplicado por diez. Pero señores, los sueldos -no incluyo el de Javier Bardem por película o Ronaldo por gol- no son hoy diez veces mayores que entonces. ¿O sí?
Quizás el problema surge porque ahora los jóvenes somos -según dicen- más acomodados. Nuestros padres se manifestaban contra la dictadura -aquellos que tenían piernas poderosas que les libraran de los porrazos de los ‘grises’-, contra la intolerancia, contra la guerra…
¿Contra la guerra? Eso sí me suena. Es más, recuerdo a un tal Javier Bardem -muy comprometido, él- enarbolando la bandera de la paz. Muy respetable, sí señor. Pero creo que no le he visto manifestarse por un empleo digno para la juventud que con tanto grito decía representar, ni tampoco revolverse por que los jóvenes accedan a un piso de más de 40 metros sin dejarse la piel en el intento.
Igual resulta que tenemos que lanzarnos a la calle como hicieron hace un mes los franceses. No sé. Y es que nuestros mayores se quejan de que somos unos inconformistas; o unos acomodados sin iniciativa… Vaya, que lo único fácil es que cultivamos la incomprensión tan bien como lo hicieron ellos.