Esto de teclear se está poniendo peligroso en los últimos tiempos. No me refiero a la profesión de periodista, que más que peligrosa se vuelve precaria por momentos. Lo que tildo de arriesgado es lo de escribir. Sobre todo si echamos un ligero vistazo a las herramientas que el ciberespacio pone a nuestra disposición. Los mails hace tiempo que quedaron obsoletos. Ahora lo más in, cool o como quieran es el Facebook y el Twitter, pero con cuidado, oiga, no vayan a liarla.
Para el que aún no esté al hilo de estas historias, les resumo que se tratan de una especie de diarios públicos en Internet, en los que el titular exhibe (porque esta historia se nutren del afán exhibicionista de los usuarios) sus gustos, pensamientos, imágenes privadas, vídeos y demás contenido multimedia con el solo objetivo de que sus ‘amigos’ sigan su actividad cuando sea. Claro, que ahí surge el problema. Porque ‘los amigos’ pueden ser amigos de verdad o compañeros de trabajo, o incluso los propios jefes. Habemus problemam. Así que hay que ir con ojo, porque si uno se descuida puede acabar confesándole a su empleador que el día aquél de la jaqueca no estaba en cama, sino en el partido de su equipo favorito.
El otro riesgo, aparte de las ‘pilladas’ a traición, va aparejado a ese carácter tan nuestro de opinar sobre todo, aunque no tengamos ni pajolera idea del asunto. En los últimos acontecimientos ya le sucedió a Buenafuente y a Álex de la Iglesia. Otros también han caído en la trampa. Y algunos, sin decepcionar, siguen una y otra vez metiendo la pata, digo el dedo (en la tecla). David Bisbal ya la preparó con el conflicto egipcio. Y el lunes la volvió a liar con Japón y su terremoto. Pero ya se sabe, que el que tiene teclas…
P.D. Para muestra, el botón (uno de tantos)