Siempre cuesta trabajo asumir el error propio en lugar de atacar el ajeno con artillería pesada. Suele ser costumbre la maniobra del despiste de ‘y tú más’, ejemplo de la retórica más rastrera con la que nuestra deliciosa clase política nos deleita siempre que puede. En el caso de los medios de comunicación, una metedura de pata o un altavoz excesivo de una historia puede acarrear la destrucción de la imagen pública o del honor de una persona, difícilmente reintegrable.
El otro día, fruto de la enconada rivalidad entre Madrid y Barça, surgía la duda de si el culé Piqué había ofendido a los merengues con una frase sobre la españolidad y la catalanidad de la Liga y la Copa, totalmente reprobable… si hubiera sido cierta. La polvareda que se levantó no se apaciguó con el rotundo desmentido del jugador en su Twitter oficial. Será que para algunos todo vale, sea dudoso o inventado (¿alguien se cree que si eso hubiera sido verdad, Marca lo habría dejado en una frase dentro de una columna de opinión en lugar de abrir el diario con ella?).
Chiquilladas aparte, lo que los medios hemos (me incluyo) hecho al buen nombre de Marta Domínguez no tiene reparación posible. Admito que la Justicia debería tener más cuidado con determinados personajes públicos y su implicación en algunos casos polémicos. Pero si bien es cierto que la historia era noticia, la atleta fue juzgada y condenada sin rémora. Sin réplica y sin presunción de inocencia. Hasta le despojaron de su cargo en la Federación de Atletismo. Y ahora, todo se queda en un ‘bluf’. Los medios, a otra cosa. Una simple mención a una historia que llegó a abrir durante días los informativos y los periódicos españoles. Mientras que la rectificación apenas se oyó entre un ‘clásico’ y otro. Clásico por estos lares.