Visto lo visto esta semana no se puede obviar que hay noticias que ni los mejores guionistas de la mejor serie hubieran plasmado mejor en papel. Y mira que una, que es teleadicta, ha visto series y películas para inspirar varias vidas ajenas.

Por ejemplo, pocos podrán negarme que el bodorrio que se montó en Londres el viernes no desmerece de cualquier enlace de cuento. Véanse, si no, el desfile de las delegaciones extranjeras, con sus príncipes y princesas con galas esplendorosas; o el momento de la flamante novia entrando en la romántica abadía, o el beso de los tortolitos ante el populacho ebrio de sentir monárquico. Si llevaron incluso a las hermanastras feas de Cenicienta (vean a las primas del novio y sus estilismos)…

Lo siguiente fue que al final el cura bueno y majo, el abuelito simpático, acabó subiendo a los altares para alegría de las alocadas hordas católicas que se lanzaron hasta Roma para la celebración mística.

Y ya para poner el broche final llegan los yanquis (grandes ellos) y tras 10 años buscando lograr dar con el malo y se lo calzan en poco más de 40 minutos. Como si los guionistas de ’24’ y ‘El ala oeste de la Casa Blanca’ hubieran pergeñado un capítulo especial en el que Jack Bauer y Josiah ‘Jed’ Bartlett lideraran una operación secreta para derrocar al villano más malo. Y van ellos y lo logran. De traca. Olé sus bemoles.

Así que yo ando encantada con lo sucedido estos días. Como leía ayer en uno de esos tweet ingeniosos que pululan por la Red, la chica plebeya se casa con el príncipe guapo y rico, el cura bueno sube a los altares, y el malo malísimo muere al final. Una semana ‘made in Disney’.

Un bonus no muy elaborado para comparar viejos (y nuevos tiempos)