Acaban de terminar las elecciones (municipales y autonómicas) y ya casi estamos inmersos en otros comicios: los generales. No caeré en la tentación de lanzar sesudos análisis sobre lo acontecido el domingo, que para eso ya hay cientos de expertos que pueden dar las claves obvias del descalabro socialista. Pero sí me gustaría pedir algunas cosas. Para la próxima vez.
Para la próxima vez, me gustaría que los partidos políticos que concurran a las elecciones se dejen de panfletos grandilocuentes (como los que hemos recibido estas pasadas semanas en nuestros buzones) sobre quién, cómo y cuándo ha metido la pata y, en su lugar, remitan a mi domicilio (que lo tienen por el censo) los programas políticos de sus formaciones. Al desnudo y de todos los colores. Sólo las propuestas, abstenerse las críticas del tipo ‘y tú más’ o ‘y tú tampoco’.
También para la próxima vez, se me ocurre que nuestros políticos podrían asumir las reivindicaciones que a gritos piden los españoles. O sea, que generen confianza siendo (y pareciendo) honrados y preocupados por los problemas reales y no por los fingidos o internos.
Y para la próxima vez, deberían aceptar el reto de mejorar esta democracia en la que participamos todos, pero que sólo ellos manejan. Y, al menos, preguntarse si es realmente representativa o si, por el contrario, hay reformas que se pueden realizar para que los ciudadanos estén más y mejor representados.
Se habrán dado cuenta de que no exijo ninguna medida que tire a un lado o a otro (al menos, eso creo). Sólo es cuestión de que los votantes se sientan más protagonistas la próxima vez. Porque esto se llama soberanía popular, ¿no?