Ni sal ni tranquilidad*
Doy por hecho que a casi todo el mundo le apetecería residir en una gran mansión, con un vasto terreno que la circundase, con su gigantesca piscina y una horda de serviciales asistentes. O en el centro de la ciudad, en un dúplex enorme sin ruidos ni vecinos. Pero las estrecheces actuales sólo permiten que […]