El sábado 11 por la noche viví un ‘dejà vu’ maravilloso, de esos que te dejan grandes sensaciones para varios días. Como acostumbro, escuchaba por la radio la jornada sabatina de fútbol, que para variar no remitía a la Liga sino a la Copa, y oí al locutor que exclamaba: «¡¡¡¡Goooooool en Las Gaunas!!!!». Y aquel grito emocionado me trasladó varios años atrás en el tiempo: a cuando el Logroñés era uno y generaba ilusión en la ciudad, en la gente; a cuando visitaban Las Gaunas el Barça de Cruyff y Stoichkov o el Madrid de Valdano y Zamorano; a cuando las aficiones se hermanaban ante paellas gigantescas y ‘laureles’ interminables. Ay, qué tiempos…

Sentada en mi cocina, pegada al transistor, vibrando con cómo la UDL eliminaba al Cádiz, percibí que se esfumaban como por arte de magia muchos dramas que el fútbol riojano ha venido sufriendo desde hace décadas: aquel descenso por motivos económicos que remató al extinto Club Deportivo Logroñés, aquellas luchas fratricidas entre dos Logroñeses recién nacidos que aún hoy siguen sintiéndose rivales, tantos dolores de cabeza por las ocasiones perdidas… Todos estos despropósitos no se limitan al mero espacio deportivo: contar con un equipo de fútbol (no nos engañemos, el deporte rey sigue acaparando todo el protagonismo) en la élite supone que la ciudad que lo alberga se beneficia en muchos aspectos: gana en repercusión mediática, aumenta en ingresos económicos procedentes del turismo y de la hostelería… amén de crecer el propio interés deportivo.

Por eso, sólo quiero oír muchas veces el grito de «Gol en Las Gaunas». En la Copa del Rey ante el Valencia o en lo que venga. Por todos. Por Logroño.