Apenas recuerdo los cambios de nombre de Portales, Avenida de la Paz o María Teresa Gil de Gárate. Sólo recuerdo que mis mayores estuvieron lustros llamándolas como antaño (General Mola, General Franco y Queipo de Llano) y eso generaba confusión. Con las de ahora sucederá lo mismo, imagino.
En cualquier caso, sobre el callejero de Logroño, me asaltan algunas dudas. Más allá de la ignominia (y falta de valentía) que supone mantener el nombre de Yagüe en el barrio homónimo, no entiendo por qué el Ayuntamiento no aprovecha la ocasión para suscitar un debate ciudadano. Se trataría de una consulta sana, democrática y, por qué no, divertida.
La propuesta se encaminaría a lanzar, a modo del presupuesto participativo, una lluvia de ideas sobre las vías afectadas y sus futuros apelativos. Da igual cuáles surgieran en semejante libertinaje creativo porque luego el listado se acotaría sensiblemente, ya fuera por veto de los munícipes o por la fórmula que se marcara.
Posteriormente, lo ideal sería que las finalistas (pongamos que hubiera dos opciones por cada nombre que cambiar) se sometieran a escrutinio público para que la ciudadanía votara.
De esa forma, el Ayuntamiento se ahorraría críticas mordaces y malintencionadas sobre su interés real por encontrar el nombre más adecuado de algunas calles (¿Solidaridad? ¿Diversidad?, en fin) e involucraría a los logroñeses en un asunto que les haría sentir más partícipes de la vida de su ciudad. Que para variar no estaría mal.