En demasiadas ocasiones dedico este pequeño espacio al derecho a pataleta que me inspiran determinadas situaciones que me indignan o me parecen vergonzosas. Y eso implica que muchas otras actitudes positivas y merecedoras de alabanza queden huérfanas en este hueco. Pero hoy voy a intentar resarcirlas. Porque no todo es negativo (afortunadamente).
Dos historias me han puesto los pelos de punta recientemente. Una es el empeño que han puesto los riojanos (y los españoles) para demostrar que la solidaridad entre iguales no sólo es posible sino también didáctica. Los ciudadanos han impartido una exquisita lección humana en la reciente campaña de recogida del Banco de Alimentos. Las expectativas se han desbordado. En silencio, sin alharacas, paquete de garbanzos a paquete de garbanzos, los riojanos han enseñado que la ayuda tiene muchos nombres anónimos, todos imbuidos de ejemplaridad y grandeza.
El otro caso es el del músico riojano Pablo Villegas, que ha ofrecido su particular homenaje a un puñado de personas destacadas de nuestra sociedad a través de la mejor herramienta a su disposición, su música.
No acabamos de ponderar suficientemente lo que gestos como estos dos mencionados (que afortunadamente no son aislados, ni mucho menos) suponen para restañar las heridas que el cinismo actual ha abierto. Comportamientos como estos, cuyo valor aumenta por la naturalidad y la humildad que aparejan, empujan a que la esperanza en nuestros congéneres (y en nosotros mismos) reaparezca con ímpetu.
Y para ello sólo hace falta que cada uno colabore con lo que pueda, sin exigencias impuestas pero con un compromiso admirable.