Atención todos! ¡Préstenme atención, por favor! Creo que he encontrado la solución definitiva, ¡la panacea! Sí, sí, en serio, tengo la receta anhelada para acabar con la crisis. Y es… tachán, tachán… pasar de ella. Tal cual leen. Oigan, va a ser la fórmula perfecta. Tiene que funcionar porque es lo único que nadie ha puesto en práctica.
Después de todas las medidas que se han adoptado, hagan memoria que no son pocas: reforma laboral, congelación de pensiones, bajada de sueldos de los funcionarios, contención de gasto público, austeridad extrema de las instituciones, remodelación del sistema financiero y la reciente reforma constitucional; ninguna ha funcionado. Todo lo contrario.
Cada vez que los gobiernos, tanto el nuestro como el de otros países, han tomado alguna medida supuestamente bendecida a priori por los mercados, todo se ha descalabrado aún más. Las bolsas por los suelos, la prima de riesgo por las nubes y la confianza de los inversores desaparecida.
Y eso está pasando porque nadie se olvida de la maldita crisis. Todo el día y todo el mundo hablando de la misma historia: cuando no es Obama, es Felipe González, si no es la Merkel la que nos increpa, son las agencias de calificación de ‘rating’ las que nos echan la losa encima… Y así seguimos en un no parar.
Por eso, como la negación de la crisis no funcionó en su día (pregúntenle al Zapatero del 2008) y hablar constantemente de ella tampoco resulta, he pensado que pongamos en práctica la receta de las verrugas: las abuelas decían que las verrugas desaparecen cuando dejas de pensar en ellas. Pues probemos con la crisis. Igual funciona.