Este año ha empezado con malas noticias para nuestros bolsillos. Subida de impuestos, alza de precios de materias primas, congelación de salarios y negociaciones de convenios a la baja… pero además nos hemos desayunado este inicio de año con algún que otro jeta más, que presuntamente se ha llevado calentitos algunos millones que no le correspondían ni por asomo.
Siempre se nos dijo lo malo que era robar y lo derechito que ibas al infierno si lo hacías. Sí que había atenuantes en aquellas parábolas que nos contaban en el colegio: que si era para dar de comer a unos hijos hambrientos, el pecado era menor. Malo, pero menos. Por el contrario, lo que no se decía porque quedaba implícito era que el que robara por pura avaricia, teniendo de antemano la vida solucionada, debería pagar pena doble por su pecado.
Debería, así pues, ser equilibrado el castigo para aquellos que aun no teniendo necesidad sino sólo vicio, roban a manos llenas para escarnio de cuentas públicas y vergüenza ajena. Al igual que supuestamente pagan más impuestos los que más tienen, también deberían cobrarse penas progresivas para los ricos que roban por puro pasatiempo. Yo incluso pondría penas ejemplares para aquellos banqueros que se autoimponen primas millonarias tras llevar a la ruina el banco que dirigen. O para aquellos políticos que se dejan regalar trajes a medida porque ‘no les llega’ para irse al Zara más cercano. O para aquellos aristócratas que necesitan crear fundaciones sin ánimo de lucro para malversar presuntos fondos públicos.
No doy nombres. Porque no se me permite escribir insultos. Les dejo a su criterio los apelativos a estos ‘sin nombre’.