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Cinco años disfrutando con Sergio

Hoy se cumplen cinco años del debut de Sergio ( Busquets) con el Barça. Como su padre, 14 años antes, el Racing fue testigo de su bautismo. 20 ‘primaveras’  tenía la criatura que saltó al césped con el 28 a la espalda. Los Busquets  engrosaron una nueva saga en el barcelonismo tras los Bosch, Cruyff, Costa y Reina. Con posterioridad, se unieron a los Maldini y Sanchís, en el selecto grupo de padres e hijos que han tenido el privilegio de conquistar el ansiado trofeo: la anteriormente llamada  Copa de Europa, hoy conocida como Champions League. 60 meses disfrutando de un futbolista que se ha acostumbrado a ganarlo todo. Su currículo es impresionante: 18 títulos. Todo un coleccionista.

En su primera aparición, el nuevo Busquets dejó patente que la genética no engaña.  Sergio heredó de su progenitor, que pese a ser guardameta, atesorar una precisión a la hora de golpear el balón y unos nervios de acero. En su puesta en escena, formó doble pivote con Keita, evidenció su facilidad en la recuperación del balón (lo hizo hasta en diez ocasiones), eligiendo siempre la mejor opción para jugarlo, básicamente dándole salida con un par de toques. Fútbol carente de narcisismo, sin adornos, pero eso sí, muy efectivo. Un jugador polivalente, pues tanto Guardiola como Vilanova y Del Bosque lo han utilizado de central en momentos puntuales e incluso de lateral en La Roja.

Sergio, como a él le gusta que le llamen, enamoró a compañeros y críticos aquella noche del sábado del 13 de septiembre de 2008. Incluso, Johan Cruyff le comparó con Guardiola, su mentor. El técnico azulgrana, discutido en aquel arranque liguero tras perder en Los Pajaritos, confió plenamente en un futbolista que unos meses reclutó para la pretemporada realizada en Escocia y Estados Unidos. A Sergio le llegó esta llamada unos días después de cumplir la veintena. El azulgrana ya tenía planificado el verano. Antes de ponerse a las órdenes de Luis Enrique en el filial iba a machacarse en el gimnasio para ganar masa muscular y ayudar a uno de sus tíos como segundo entrenador del equipo de juveniles del Badía.

Esta localidad barcelonesa es su refugio. Allí viven sus padres, su abuela y están sus mejores amigos. Allí dio sus primeros pasos en el fútbol con siete años. Jugando con los colegas de su primo, tres años más mayor que él, lo que le ayudó a sacar el carácter para no arrugarse ante nadie. Luego, de más mayor no se dejó intimidar ante avezados rivales en los campos de Tercera. De pequeño, Figo fue su ídolo. Tiempo después, Xavi le sustituyó en sus preferencias. Una década después, comparte vestuario con él. Es uno de sus mejores amigos. Siempre se les ve juntos en las plazas de aviones y autocares. Tienen la costumbre de hablar antes de los inicios de los partidos. Entre ambos existe una gran complicidad. Volviendo a Badía, su estadio municipal lleva su nombre al completo: Sergio Busquets Burgos. Y es que el futbolista pidió que incluyeran el nombre de su madre cuando le plantearon el asunto.  Cuando sus obligaciones se lo permiten se deja caer por allí  a ver a jugar a su hermano Aitor.

Sergio se ha hecho con los galones en la sala de máquinas del Barça. Yaya Touré y Keita tuvieron que irse y Mascherano debió resignarse a jugar como central. No es de los que más camisetas vende, pero es un clásico en el once azulgrana. Ya suma 240 partidos oficiales. Sólo ocho goles. Todos ellos dedicados en un emotivo ritual (se besa el antebrazo izquierdo y señala con el índice de su mano derecha e cielo) a la memoria de su abuelo materno. Él le llevó al Camp Nou de pequeño para disfrutar de lo lindo con el ‘Dream Team’. Y mucho más cuando su papá defendía la portería. Ocho dianas, escaso bagaje anotador para aquel chaval que comenzó a despuntar como delantero, en sus tiempos en el Lleida, para posteriormente pasar a jugar de interior o mediapunta. Por entonces, poseedor de una gran llegada, provocaba goles o acciones que acaban con el balón en la red contraria.

Con Guardiola, su rol es otro. Es el principio de todo. Sí, el Barça es el rey. Domina, posee, acapara el preciado balón. Pero para que funcione la fórmula y la magia, aparece un tal Sergio para que antes que nadie se apropie del esférico y el Barça tenga su monopolio y  de él haga su corralito. Es el crack en la sombra. Con sus alargadas piernas, que parecen imanes o tentáculos, atrae el esférico. Lo atrapa y lo suelta con una rapidez pasmosa para que Xavi, Iniesta y Cesc inventen y luego Messi defina. Él pasa desapercibido. Juega a otra velocidad. Otro partido. Puede decirse que en el anonimato. Los que comparten camiseta y los que le sufren enfrente son conscientes de su peso específico, valor e importancia. Todos le regalan adjetivos. Los aplausos son para otros. Es ‘El Pulpo de Badía’, el que da el equilibrio en el tiki-taka.

Lo mismo sucede en La Roja. Del Bosque le echó el ojo y pensó en él como el sustituto de Marcos Senna. Ya son 59 internacionalidades. Algún iluminado pensó en el azulgrana como el chivo expiatorio tras la derrota inaugural frente a Suiza en el Mundial de Sudáfrica. Era lo fácil y ventajista: apuntar al novato. El seleccionador salió rápidamente al quite. “Si fuera jugador me gustaría parecerme a Busquets”, proclamó a los cuatro vientos. El debate se cerró. Él lo hizo después sobre el césped. Impresionante su partido en semifinales borrando del campo al talentoso Özil. El de Badía es un intocable con la selección. Es muy bonito querer jugar con un montón de jugones, pero también es necesaria la aportación de otros jugadores que hagan el trabajo sucio y poco vistoso de cara a la galería. El frac luce mucho, pero el mono de trabajo es muy necesario. A su manera, Sergio es un jugón. Claude Makelele, en los albores del siglo XXI, elevó la reputación de la figura del mediocentro defensivo  en el fútbol moderno. El francés, inmerso en aquel Madrid galáctico con los Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham, buscó su cuota de protagonismo y una reivindicación en forma de mejora salarial. Florentino no accedió y el pivote hizo las maletas marchándose al Chelsea.

Diez años después, Sergio ha sucedido a Makelele como mejor mediocentro defensivo del mundo. El catalán no imitará al francés en su fuga. Él se siente valorado y muy feliz en el Barça. Es su casa. Allí soñó estar desde muy niño. No fue un camino directo. A los ocho años fue rechazado tras una prueba. Tuvo que estar nueve para enfundarse la zamarra blaugrana. El pasado mes de julio le hicieron un gran regalo con motivo de su 25 cumpleaños. Rosell le amplió el contrato hasta 2018. A Sergio no se le ha subido la fama a la cabeza. Nunca presumió de ser el hijo de. Sigue siendo el mismo. Un chaval de barrio, tímido, que pasa del twitter, Facebook, de los focos de la Prensa, que le encantan los spaguettis que cocina su madre, un fan en su día de El Canto de El Loco  y que se sigue mordiendo las uñas.

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