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Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

¿REFORMA LABORAL?

Érase una vez un molinero que trabajaba de sol a sol para dar de comer a su familia. El viejo molino, al igual que los campos de trigo que allí abundaban, eran feudo del señor del castillo. Todo iba bien en el valle hasta que una pertinaz sequía comenzó a agostar el cereal, que cada vez llegaba a la molienda en menor cantidad. Un buen día, el señor del castillo mandó llamar al molinero que, embadurnado en harina, se presentó raudo.
-Mira, Martín, cada vez hay menos trabajo por estos pagos -le explicó el noble-. Son días duros.
-A mí me lo va a contar vuestra merced -le interrumpió-. Tengo dos jóvenes retoños que se ven obligados a buscar leña en el bosque o a ayudar, por la voluntad, a quien lo necesita.
-Bueno, al menos tienen labor.
-Sí, pero de ella ni comen ni pueden vislumbrar futuro.
Compuso el señor del castillo un gesto de astucia.
-Dejarás la molienda y serán tus hijos quienes trabajen.
No se fue Martín muy convencido del castillo, pero como el amo lo ordenaba y era por el bien de los muchachos? Sin embargo, se entristeció mucho cuando supo que sus hijos percibían la mitad de la maquila que él siempre había cobrado.
Y, por fin, tornaron las lluvias. El trigo creció veloz, amarilleó los campos y dio tanto grano, que ni en los silos cabía. Acudió entonces Martín a la fortaleza.
-Ruego a vuestra merced que me permita regresar al molino.
-¿Y qué hago con tus hijos?
-Han vuelto los buenos tiempos, mi señor.
-Ahora tengo cuatro manos por el precio de dos.
-Aún así, no darán abasto?
-Tranquilo, Martín -sonrió el señor-. Por suerte para mí, lo que sobran son manos.

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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